El Obradoiro espera noticias sobre su rumbo tras el declive de la disrupción

ANDAR MIUDIÑO

XOAN A. SOLER

Después de su etapa de más estabilidad lleva dos campañas de sinsabores

02 jun 2025 . Actualizado a las 20:18 h.

El Obradoiro sigue en modo de espera una semana después de su decepcionante adiós a la temporada en Palencia. Allí mismo el presidente, Raúl López, trasladó un mensaje al vestuario y a los aficionados que habían arropado al equipo en el que daba a entender que su etapa al frente del club estaba terminando. En todo caso, ahí se quedó el episodio, a la espera de unos días de reflexión para decidir si sigue o no, y cómo se va a encauzar el futuro de la entidad. No es una cuestión menor, ya que se trata del accionista mayoritario y también clave de bóveda en el sostenimiento económico a lo largo de los tres últimos lustros.

Antes de echar la vista al frente, conviene repasar el pasado reciente y no tan reciente para situar el contexto en su justa medida. Y probablemente nadie discutirá que las etapas de Chete Pazo y José Luis Mateo en las que ambos asumieron la dirección deportiva y general fueron las más estables en la historia del Obradoiro.

El equipo acababa de descender, tras su estreno en la ACB, y Fran Sánchez fue el elegido para ponerse al frente de un grupo de empresarios que aceptaron el reto de tomar las riendas de la entidad.

Escogieron a Moncho Fernández como entrenador y fue con la temporada ya avanzada cuando Raúl López asumió la presidencia. Aquella campaña culminó con el ascenso en Burgos y sentó unos principios que fueron la base del éxito durante más de diez años. Todo partía de una máxima en la que cada estamento se ocupaba de su parcela, sin interferencias: los dirigentes, de cuadrar los números; la dirección deportiva, en sintonía con el cuadro técnico, de confeccionar el equipo y de que pudiese trabajar en las mejores condiciones posibles; los entrenadores, de entrenar; y los jugadores, de jugar.

A la hora de fichar, había también un aspecto que se cuidaba al máximo: recabar referencias sobre el comportamiento de los candidatos, para tratar de evitar que en el vestuario entrasen caracteres conflictivos o tendentes a la desidia. Más de una operación se frenó, o no se llegó siquiera a poner en marcha, porque los informes recibidos en ese sentido lo desaconsejaban.

La armonía empezó a romperse cuando la permanencia comenzó a saber a poco y fueron ganando terreno en el consejo de administración las voces proclives a lo que calificaron como la disrupción. Consideraron que el planteamiento debía ser más ambicioso, de aspirar a entrar en competición europea. Y veían con buenos ojos partir de un cambio de entrenador.

En esa tesitura, en el consejo fueron más los partidarios de la continuidad de Moncho Fernández. Fue la última que negoció Jose Luis Mateo.

La última renovación

Probablemente la marcha de Mateo fue clave para que volviese a haber acuerdo en la siguiente renovación, al tiempo que no se detectaba desgaste de la figura del técnico santiagués entre la afición. Dos salidas de peso al mismo tiempo hubiesen sido demasiada disrupción. Aquella renovación la acabó negociando el presidente.

Esa temporada Eduardo Pascual pasó de puntillas por la dirección deportiva. Y no hubo dirección general. Estaba apalabrada una llegada para ese puesto, pero en el momento de la firma todo se vino abajo.

Moncho Fernández se sintió cuestionado desde el principio, la intendencia extradeportiva vivió más de un despropósito y la temporada pareció ir con el piloto automático, sin nadie que marcase el rumbo de puertas para dentro. Acabó con el descenso, por una canasta en el triple empate.

Esta vez sí hubo disrupción en el banquillo, con el punto y final a la etapa de Moncho Fernández, que ha terminado haciendo alquimia en Girona. Fue un adiós frío, al que siguió el de otros trabajadores del club. Entre ellos, al menos uno al que le dijeron que estaba en el bando equivocado.

Llegó Héctor Galán y con él volvió la estabilidad en el día a día, en el área de la dirección general. En la deportiva nada salió según lo previsto y muchos fueron los bandazos, empezando por un presupuesto muy controlado que después se desbocó. Más que una idea de equipo que se fuese perfeccionado lo que hubo fueron impulsos en busca de un cambio que no se consiguió, pese a un gran desembolso.

Y en este punto están el club y la afición, a la espera de noticias que indiquen qué rumbo va a tomar la nave, quién la va a patronear y cuáles van a ser las expectativas. Hasta la fecha, la disrupción ha llevado a la regresión.

La ciudad deportiva y el equipo femenino se quedan en el camino

Hay dos indicadores de enorme valor para conocer la solidez de un club: su salud económica y su masa social. También ayudan, sustancialmente, la imagen de marca y la estructura. En estos dos últimos frentes son dos los proyectos que estaban tomando cuerpo y sobre los cuales el tiempo dirá si han entrado en vía muerta, si son recuperables o si son historia.

En su momento, echando la vista al frente, hacia el medio y el largo plazo, el Obradoiro vio la posibilidad de dar un salto cualitativo y cuantitativo en el caso de poder disponer de una ciudad deportiva en la que concentrar los entrenamientos de los equipos de base y hacer comunidad. Dio pasos para dotar de presupuesto esa iniciativa y para conseguir los terrenos en los que ubicar las instalaciones. Tener pistas propias para entrenar supondría un gran impulso para la cantera. Todo estaba muy encarrilado. También estaban en marcha las gestiones para incorporar el deporte femenino a la entidad, sobre todo en la medida que pudiese salir adelante la ciudad deportiva. No era un capítulo tan adelantado como el de las infraestructuras, pero iba tomando cuerpo.