
No resulta sencillo dibujar la fotografía actual del Monbus Obradoiro con todos los matices, tras el preocupante inicio de curso. Ver cómo Sar expresó su desencanto en la derrota frente al Cantabria, como nunca lo había hecho a lo largo de los tres últimos lustros, dice más que mil palabras. Gestionar esa inquietud y ese descontento va a requerir mucha templanza y mucha cabeza fría. Es tiempo para los bomberos, no para los pirómanos.
Las buenas noticias apuntan en dos direcciones. Hay afición detrás, empujando, porque el club ha superado los cuatro millares de abonados y en ese umbral se movió la entrada registrada en la primera jornada de Liga en el Multiusos. Y hay tiempo suficiente por delante para cambiar el paso, incluso para recuperar el terreno perdido, aun siendo demasiado en tan poco tiempo.
Sobre esa base, cabe apelar a la fórmula que tan buenos resultados dio durante más de una década. La afición sigue siendo la misma. Y este verano el club volvió a respetar la separación de poderes, a dejar que fuese la parcela técnica la que se encargase de la confección del equipo.
Evidentemente, las lesiones de Huskic y Lundqvist, dos jugadores de capital importancia en el esquema de Epi, que afectan a la columna vertebral, han hecho mucho daño. Otra cosa es que sin ellos el rendimiento del equipo se haya resentido tanto. En todo caso, la realidad es la que es. Y el Monbus Obradoiro ha salido a flote de situaciones más complicadas cuando buscar soluciones ha estado por encima de buscar culpables, sin menoscabo de que sobre el tapete se pusiesen todos los debates. Siempre supo cerrar filas. Otra cosa será el análisis a final de curso, y ahí que cada palo aguante su vela.
Entre tanto, toca apretar los dientes. La recuperación de Lundqvist va por buen camino y la reaparición está más cerca que lejos. Otra cosa será el riesgo de recaída, imposible de calibrar. Por Huskic llegará otro pívot. Y no será fácil combinar las urgencias con las esperas, sobre todo si los resultados no acompañan, hasta que aparezca una opción convincente y asequible en el mercado, .
Al fin y al cabo, el Obradoiro se enfrenta a un problema que vale para todos los proyectos deportivos. Siempre habrá un grado de incertidumbre imposible de medir, factores que no se pueden controlar. Y, aunque ayuda, el dinero no garantiza el éxito. El Estudiantes está ante su quinto intento por retornar a la ACB. El Burgos tardó tres años y lo logró cuando dejó de dar volantazos, con un récord: dos derrotas en una campaña en la que todo le salió redondo. Todo. En la 23/24 el Lleida llegó a la octava jornada con un balance de tres victorias y cinco derrotas. Encontró la tecla y de los 26 siguientes encuentros ganó 23. Subió en la fase final a cuatro.
Mientras tenga 4.000 abonados empujando y unas cuentas saneadas, el Monbus Obradoiro estará en disposición de pelear por su suerte. Si hace del ascenso un leit motiv y una necesidad, como sucedió con el anhelo de competir en Europa, le costará más.