Tras el accidente en Menorca y el siniestro total frente a Cantabria, la agónica victoria en San Sebastián sirvió de punto de inflexión. El mayor cambio, más eficaz que espectacular, se produjo en defensa. De encajar más de 90 puntos las tres primeras jornadas a menos de 80 las tres siguientes. Tizona jugaba a fast & furious con Diego Ocampo y un buen coche, con Salva Camps y un diésel e insiste ahora con Juste y un coche de segunda mano. Jugar a ritmo de cien posesiones por partido teniendo el punto de mira desviado, es pegarse un tiro en el pie.
En el primer cuarto 4 de 17 en tiros de campo, cinco balones perdidos, ninguno recuperado. No es que no metas, es que «obligas» al rival a meterte. Si es el Obra, con la flechita para arriba, encajas 30 en diez minutos y el partido queda finiquitado. No siempre es fácil diferenciar entre personalidad y testarudez. Tizona es Tizona y no puede remediarlo. Mientras Epi repartía los minutos, los burgaleses seguían fallando y la ventaja se iba a los treinta puntos o, en ese juego a la ruleta rusa, tenían una pequeña racha de acierto y volvían a acercarse a los veinte. En la fila de atrás estaban pendientes del Dépor, en la de delante recordaban el paso de Jofresa por el filial, en mi Whatsapp felicitaban a Suso Garrido por su inicio de temporada en Ensino («una victoria más, un fracaso menos» y van cinco seguidas) y Mozan seguía escribiendo. Le pregunté a mi cuñado si alguna saga, más allá del Padrino, había mejorado la película original. Terminator, Mad Max, X-Men, Toy Story... «Para, para o me estropeas el artículo». Fast & Furious 12. Poco más que añadir.