Las razones de la gaviota

La Voz

AROUSA

La cosa política

09 dic 2006 . Actualizado a las 06:00 h.

?l informe sobre el impacto del cambio climático en España, que el año pasado presentó el Ministerio de Medio Ambiente, augura un futuro complicado. Lo que estas semanas se vive en Arousa como excepcional se convertirá en norma. Poco a poco, el otoño y la primavera desaparecerán del calendario galaico para dar paso a dos estaciones enormemente contrastadas: un invierno muy lluvioso, trufado de borrascas violentas, con rachas de fuerte intensidad local difícilmente predecibles y bastante más frío que el actual; y un verano caluroso y extremadamente seco. Traspasado el ecuador del siglo, calculan los expertos, el clima en las Rías Baixas será muy semejante al que define hoy en día el área de Levante. Claro que, por aquel entonces, Valencia será un desierto. ¿Estamos preparados para tal escenario? Resulta dudoso, la verdad. Al poco de conocer sus conclusiones, el último responsable de Augas de Galicia de la era Fraga, Emilio García Gallego , se refería a aquel estudio como a la coartada ideológica con la que el Gobierno de Zapatero trataba de justificar la presión sobre las empresas contaminantes y su respaldo al protocolo de Kioto. Pero aquello que el Partido Popular entendía como entelequia al servicio del nuevo Ejecutivo surge, ni siquiera dos años más tarde, como una realidad inminente, inquietante, que comienza a enseñar sus garras a la vuelta de la esquina. La participación en él de investigadores de la categoría del catedrático de Edafología de la Universidad de Santiago, Francisco Díaz-Fierros Viqueira -por cierto, nacido en Vilagarcía- debiera de haber sido mejor ponderada por la anterior Administración autonómica. Sin embargo, el rechazo del PP ante este tipo de retos, que tan bien ilustra Gallego, resulta perfectamente explicable desde sus propias coordenadas políticas. Porque si en algo se ha especializado la formación conservadora no es en proponer modelos de desarrollo sostenible, sino en ganar elecciones y reproducirse a sí misma en el seno de las instituciones. La gaviota ha construido en Galicia una magnífica e implacable maquinaria electoral. Quien haya recurrido alguna vez a políticos de amplio recorrido en la arena local, como Rafael Louzán o José Manuel Cores Tourís , habrá percibido la fórmula en la que reside su indudable éxito. «Probablemente te reciban con un fuerte apretón de manos, de forma muy cálida te preguntarán por tu mujer y tus hijos, por tu familia, y si está en su mano, sinceramente, y siempre que no vean un trasfondo político adverso para sus siglas, intentarán complacer tu petición». Lo asegura un miembro de un partido rival. La mayoría de la gente satisface sus necesidades básicas a través de sus redes relacionales más próximas. Es decir, familia, amistades y, en general, aquel entramado social que conoce directa y personalmente. De forma más o menos consciente, el PPdeG ha interpretado con maestría esta melodía, ajustando sus líneas de actuación básicas a ese pentagrama de cercanía y máxima efectividad social. El resultado es una peculiar concepción de la vida pública, en la que lo social, lo político y lo institucional se entremezclan en un mismo conglomerado, difícilmente diferenciable. Todos los esfuerzos se dirigen hacia un objetivo central, la gestión de las instituciones a través de la victoria electoral, minimizando al máximo los factores de conflicto y la adopción de medidas impopulares, sea en el ámbito de la empresa -véanse exigencias medioambientales- o en múltiples universos particulares -urbanismo racional, o cómo explicarle al vecino y al promotor que no todas las fincas son solares, por poner un ejemplo. Lógicamente, perder un instrumento de primer orden, como el Gobierno de la Xunta, no digamos del Estado, hiere de muerte el esquema. Los conservadores, en la oposición, se encuentran fuera de su medio natural. De ahí el estadio levantisco, feroz en ocasiones, que transitan el PP y sus alcaldes en O Salnés, cuyas reacciones, pese a generar contradicciones internas graves, se desvelan transparentes al análisis desde su propia perspectiva La secuencia se repite una y otra vez. Tras el desencuentro entre el alcalde de Cambados, Cores Tourís, y Anxo Quintana , Jorge Domínguez pidió disculpas al vicepresidente para desbloquear las relaciones entre los ámbitos autonómico y local. José Luis Pérez Estévez, el regidor de Meis, confirmó con un «por supuesto» que acudiría a la reunión entre el conselleiro de Medio Rural, Alfredo Suárez Canal , y los responsables de los concellos gallegos más afectados por los incendios. Esta misma semana, ninguno de los munícipes arousanos del PP cuestionó ante la conselleira Caride la necesidad de cerrar la vía de O Salnés. Todos ellos se ceñían, así, a su responsabilidad institucional. Mas a renglón seguido, el presidente de la mancomunidad critica a Quintana, Estévez planta a Suárez Canal y todos arremeten contra Caride, abrazando propuestas no ya irrealizables, sino incluso temerarias -como la apertura inmediata del vial- y explicaciones alternativas para el desastre difíciles de sostener a la vista del deterioro salvaje que sufre la carretera. Han pasado, en un suspiro, a actuar como arietes de su partido. Socialistas y nacionalistas señalan a la Diputación -al fin y al cabo el instrumento de penetración más potente que el PP conserva en Galicia, en el que institución y partido se confunden en la misma persona- como muñidora de esta estrategia. Seguramente tienen razón, pero no por ello está claro que el bipartito esté sabiendo contrarrestar su descarnada oposición.