En la elección de Jorge Domínguez como segundo diputado provincial del Partido Popular de O Salnés resuenan ecos de justicia poética. Hace ocho años, todo aquel que pintaba algo en el PPdeG apostó por el alcalde de Meaño, Jorge Domínguez, como representante de la comarca en la institución pontevedresa. Tanto el patrón, Manuel Fraga, como su entonces secretario xeral, Xesús Palmou, le prometieron a Domínguez una de las dos actas cosechadas por los conservadores en el fértil terruño arousano.
El regidor meañés relata con gracia aquel trance, que le condujo de invitar a comer a un buen número de munícipes, afectos a su causa y prometedores de lealtad, a comprobar estupefacto que solo tres de ellos le apoyaban cuando llegó la hora de la verdad y el turno de votación en Cambados. Habían transcurrido apenas unas horas y el aparato provincial ponía las cosas claras. No era su momento; tocaba respaldar a Vilanova y a José Juan Durán como referente de una agrupación capaz de renovar sonadas victorias para la gaviota sin que hasta entonces hubiese percibido la más mínima recompensa política más allá de sus fronteras.
A estas alturas, Domínguez reconoce que no esperaba nada. Por eso, el primer sorprendido por este cambio de tornas es, como él mismo confiensa, el alcalde de Meaño. Todo lo ocurrido suena a que la destitución de Durán Hermida estaba decidida desde hace tiempo. Pero Tomás Fole irrumpe como contrapoder al esquema que tan bien ha pilotado hasta ahora Louzán en Pontevedra -la de Vilagarcía es, al fin y al cabo, la primera alcaldía del PP en la provincia- y reclama un diputado para la ciudad; él mismo. Si Durán debía ser sacrificado, el siguiente en la lista era José Luis Pérez Estévez, el regidor de Meis que lleva largos años esperando. El de Ribadumia encuentra en Domínguez la única manera de no enfurecer a Estévez y, al mismo tiempo, cerrar el paso al emergente y ambicioso político vilagarciano. Salomónica miel sobre hojuelas.