Del túnel de doña Urraca a la sirena de los Mariño y la imagen peregrina de San Miguel

La Voz

AROUSA

20 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Ya se sabe que fantasmas, «habelos hailos», aunque por los pazos de O Salnés no pulula espíritu alguno, al menos hasta que Iker Jiménez lo descubra. Pero esos impresionantes testimonios de la arquitectura comarcal sí están poblados de narraciones curiosas a medio camino entre la historia y la leyenda y que ya forman parte del acervo cultural de los pueblos de O Salnés.

Como recuerda Teo Cardalda, la presencia de las sirenas está siempre presente en la heráldica de los pazos de la comarca, y esa coincidencia se debe a que muchos están relacionados con la familia Mariño, que según dicen las crónicas, son descendientes de ese ser mitológico. Como no hay pueblo que se precie que de una forma u otra se relacione con los grandes héroes de la épica, en este caso es Roldán el que, antes de morir en Roncesvalles, dejó embarazada a una sirena que dio a luz en las playas de Arousa, donde los marineros recogieron a la criatura que dio origen a la saga de los Mariño, presente tanto en el pazo de O Rial como en el de Sobrán.

La mención al edificio solariego de O Rial sirve para recordar la leyenda del túnel de Lobeira, que dicen las crónicas, unía el pazo de Vista Alegre, en Vilagarcía, con el castillo de Lobeira. En esos pasadizos guardaba su tesoro doña Urraca, que alcanzó la categoría de mito cuando se decía que la reina, desde su encierro en el túnel, alimentaba al Ejército con restos de pescado. Como ni el castillo ni el pasadizo figuran ya en los mapas de O Salnés, se dice que el pazo de O Rial fue construido, piedra a piedra, con las paredes del castillo de Lobeira.

Interesante es también el pazo de Rúa Nova, en Vilaxoán, en cuyas estancias, sobre todo en la capilla, se inspiró Valle Inclán para escribir Romance de lobos. Y en Vilagarcía, no hay vecino de Trabanca Badiña que no sepa que, en los difíciles años de la guerra civil, cuando ardían las iglesias, sus antepasados llevaron al pazo de A Golpelleira su querida figura de San Miguel, para resguardarla de la quema. Por eso todos los años la imagen regresaba en procesión a Trabanca solo durante las fiestas de San Miguel. Hasta hace tres años, cuando se decidió que quedase en Trabanca y ahora, en las fiestas, se hace el camino inverso.