«Somos una familia inusual, pero más normal que muchas otras»

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

Hace dos años, Rafael y Javier abrieron su casa y sus vidas a un menor que necesitaba un hogar

27 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue Rafael el que empezó a escribir esta historia. Lo hizo hace ya algún tiempo, tras darle muchas vueltas a una de esas preguntas que todos deberíamos hacernos alguna vez: ¿Qué podemos hacer por los demás?. Así fue como este funcionario de la Administración llegó al programa de familias de acogida de Cruz Roja. Allí se formó y se armó anímicamente para formar parte de un voluntariado poco conocido. Javier, su pareja, se sumó al viaje en cuanto se fueron a vivir juntos. Y es que para entonces había entrado en sus vidas un niño de nueve años. No debemos decir su nombre, así que le llamaremos Fénix. Porque, como el pájaro de la mitología, este chaval de mirada clara ha conseguido renacer de un pasado ceniciento y triste, demasiado duro para cualquier niño.

Fénix llegó a sus padres de acogida siendo «un hombrecillo». Cargaba una mochila de experiencias difícil de llevar para un chiquillo. «Ahora empieza a ser un niño, a actuar como un niño», relatan Rafael y Javier. Para ellos, verlo crecer feliz, superando cada pequeño reto del día a día, es la mayor fuente de satisfacción. Miramos a la pareja con atención. Forman parte de un programa de acogimiento temporal, así que tal vez llegue el momento en el que tengan que despedirse de Fénix y dejarlo ir, de vuelta, con su familia biológica. Incluso desde fuera, la idea duele. «El apego es un tema que se trabaja mucho durante la formación para este programa», cuenta Rafael, quien subraya que es necesario «tener muy claro que este es un programa de acogida, no de adopción». Pero ni toda la preparación del mundo puede evitar cierta desazón al pensar en lo que puede llegar. «Para mí va a ser muy doloroso», empieza Rafael. «A lo mejor doloroso no es la palabra», matiza Javier. «Si vemos que el niño se va contento y feliz, la amargura será menos amarga. Podremos pensar que lo que hemos hecho, lo hemos hecho bien», concluye.

El día a día

Pero dejemos de preocuparnos por si nos alcanza el futuro y concentrémonos en el aquí y en el ahora. Rafael, Javier y Fénix viven un presente tan corriente como el de cualquier otra familia. Sobre la mesa ruedan las cosas del colegio, de los exámenes, del encaje de las actividades extraescolares. Ruedan los problemas con los grupos de Whatsapp que crean algunos padres, y las dudas sobre cuándo y cómo deben acceder los niños de once años a las nuevas tecnologías. «Somos una familia inusual, pero más normal que muchas otras», aseguran estos dos padres. Una pareja que temía que su decisión de acoger a un menor exigiese dar muchas explicaciones. No ha sido así. Sus familias los respaldaron. Sus amigos, sin embargo, intentaron disuadirlos de una idea que les parecía una locura: iba a poner sus vidas patas arriba. «Decían que no veían un niño en nuestra casa. Que había demasiado orden, demasiada paz, y que no lo veían. Sin embargo, han pasado dos años y los jarrones siguen estando en su sitio».

Oyendo hablar a estos dos padres de acogida, el mundo parece, por momentos, un lugar mejor. «Más que rechazo o esas cosas, lo que sí que nos encontramos es mucho desconocimiento sobre la acogida de niños tutelados. En el colegio, por ejemplo, tuvimos que explicarlo. Pero una vez que lo haces, es un proyecto que genera mucha solidaridad de la gente», relatan.

Quizás gracias a esa corriente de energía positiva, en los dos años que Fénix lleva en su nueva casa el rapaz ha descubierto el placer de ir al colegio, de jugar con las mascotas y de vivir la vida como un niño de once años. Un día, volviendo a casa tras compartir la jornada con abuelos y tíos y primos, dijo, a medio camino entre la pregunta y la afirmación. «Entonces, esto es una familia». Una de esas en las que los padres transfieren a sus hijos valores como la tolerancia, la igualdad, el respeto, la diversidad. Una de esas que tanta falta hacen para construir un futuro mejor, y para darle una esperanza a aquellos niños que, como Fénix, necesitan que se les dé una oportunidad.

«Hay muchos niños de ocho, diez, doce años, esperando una oportunidad»

Rafael y Javier tienen claro que «no estamos aquí para salvar el mundo». Pero saben que dando un futuro a un niño, están haciendo algo grande. Por eso, no paran de insistir en que «hacen falta familias que puedan acoger a todo tipo de niños. Hacen falta familias para bebés, pero sobre todo para muchos niños de ocho, diez, doce años, que están esperando una oportunidad, que están esperando para salir». Las palabras les salen desde un rincón de su alma que se quedó en el centro de acogida, en unos pasillos por los que circulan «demasiados niños a la espera».

Animan a todo el que pueda a sumarse a esta iniciativa. El proyecto de acogimiento familiar lo gestiona Cruz Roja desde 1995, por encargo del Ministerio y de la Xunta. El mecanismo se pone en marcha cuando se detecta que una familia, por las razones que sea, no pude atender adecuadamente a los menores a su cargo. Entonces se pone en marcha la acogida temporal: la duración del acogimiento va a depender de las circunstancias, y puede ir desde unos días hasta que el menor alcance la mayoría de edad.

Hay, también, diversas fórmulas para concretar el acogimiento. Desde la «convivencia plena» que representaría el caso de Fénix, hasta el acogimiento de día -los niños vuelven por la noche con su familia biológica-, de fin de semana o vacaciones -los rapaces pasan los períodos vacacionales en sus casas de acogida- .

Según informa Cruz Roja, pueden ser acogidos niños de hasta 18 años. Y todas las familias, todas, pueden ser acogedoras. Eso sí, deben estar todos los miembros dispuestos a asumir el reto y estar comprometidos, porque de lo que se trata es de ofrecerles la estabilidad de la que carecían. En Cruz Roja saben que, en este terreno quebradizo, no se pueden cometer dudas.