La guapa gente de izquierdas

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

En Vilagarcía, al The Labour Party le ha salido un competidor muy british y atractivo

24 feb 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En Vilagarcía, la izquierda parece de derechas. Es decir, tú reparas en la biografía, el pedigrí, el estilo, la educación, el trato y las formas del núcleo militante de los partidos de izquierdas y podrían ser protagonistas de uno de los primeros libros de Francisco Umbral: «La guapa gente de derechas». Sin embargo, en Vilagarcía son gente, guapa o no, de izquierdas. Es un caso único, no conozco otra ciudad donde la izquierda se haya nutrido desde la transición con tanto apellido de sólida raigambre.

Los Callón, los Recuna, los Villaverde, los González Rollán, los Pérez, los Meyer, los Quintela, los Bouza Brey, los Dorgambide, los Varela... Lo mejor de lo mejor, ciudadanos que por extracción social, historia familiar y raíces deberían haber militado en la derecha liberal, pero por razones ideológicas y convicciones sociales, se afiliaron al PSOE, al PCE o a partidos desaparecidos como Esquerda Galega o el PSP.

Siempre habrá quien diga que fueron unos oportunistas, pero cuando dieron el paso de afiliarse con el pie izquierdo, lo de militar en un partido socialista, nacionalista o comunista no garantizaba prestigio, posición ni ascenso social. Además, ellos no lo necesitaban, ya traían todo eso desde la cuna.

Podría parecer que esa contradicción de clase (origen liberal y militancia socialista) no es otra cosa que una estrategia para mantener el poder y el control de la situación, el que todo cambie para que todo siga igual de El Gatopardo, frase de esta novela de Lampedusa que se ha convertido en una de las más empleadas por columnistas y tertulianos para explicar la superficialidad de las reformas.

Pero esta peculiaridad de la izquierda vilagarciana tampoco es una estrategia. En realidad, es el fruto de la historia de una ciudad donde desde el primer tercio del siglo XX ha habido una conciencia social e intelectual en su burguesía ilustrada, atenta a los cambios, abierta a la modernidad y nada reaccionaria. No hablo de radicalismos ni de cambios de fondo, sino de evolución tranquila y vanguardia comedida, o sea, una izquierda que no asusta ni desmonta, pero favorece el progreso razonable de la ciudad.

Tenemos, pues, una izquierda muy británica, muy de ateneo y cineclub, de conversación agradable y educación esmerada, una izquierda tan centrada que, excepto en los tiempos de Rivera Mallo y salvo algún interludio accidental, detenta el poder municipal y controla la situación.

Así han ido pasando los años y a la izquierda de esa izquierda han ido surgiendo algunos grupos nacionalistas, populistas o comprometidos más radicalmente con los cambios, sin embargo, no participaban de ese aura british del The Labour Party vilagarciano y a la hora de la verdad, no tenían nada que hacer salvo completar mayorías.

Pero de pronto, las cosas han cambiado y nos encontramos con una nueva formación, En Común, desgajada de otra anterior, cuya presentación ha sido una tarjeta de visita orlada de vilagarcianismo y apellidos con lustre, historia y cercanía, es decir, ves la foto de la presentación en sociedad y sientes que esa gente es tu gente. Y en ese punto, las elecciones municipales de mayo han cobrado un interés inusitado. Para más emoción, la presentación de esa nueva formación british se hizo después de que La Voz hubiera realizado su encuesta electoral municipal, con lo que la incertidumbre es aún mayor.

Así que ahí está En Común, la otra izquierda de derechas vilagarciana, llena de afiliados y simpatizantes con los que te irías a tomar café o a coger setas. Te fijas en la fotografía, la amplías y por allí aparece la historia reciente de Vilagarcía relatada en apellidos: Bouza Brey, González Rollán, Fajardo... Exmilitantes y antiguos candidatos del The Labour Party como Enrique León o Carmen Prieto y nuevos valores de la política como Suso López o Susana Camiño. Un vistazo a las peticiones de me gusta en el Facebook, dibuja el panorama de unas elecciones en las que En Común va a luchar por el espacio natural de la izquierda vilagarciana de toda la vida.

Ahora asistiremos al espectáculo que más le gusta a la izquierda: debatir sobre ella misma. ¿Quiénes somos más radicales y auténticos: la Marea da Vila, el BNG, En Común o el PSOE? Y llegarán los razonamientos elaborados desde la superioridad moral: «Nosotros sí que somos de izquierdas y no vosotros, que os habéis vendido y descafeinado». O bien: «Nosotros somos la izquierda realista, lo vuestro es humo y postureo».

Resultaba muy divertido asistir a dos debates políticos opuestos: por un lado, los de izquierdas quieren ser muy de izquierdas, les ofende que duden de su autenticidad y en ese caso, se irritan y argumentan de mil maneras para demostrar su pedigrí rojo. En el otro lado, los de derechas no querían serlo y cuando alguien los acusaba de derechistas, argumentaban sin descanso para demostrar que eran de centro.

Con la aparición de Vox, las cosas han cambiado en el lado diestro. Vox no disimula y va a pecho descubierto, literal y metafóricamente: «Soy de Vox, qué pasa». Esta proclamación ha liberado los corsés y los complejos en el PP, que ya no se avergüenza de su condición de derechas. Eso sucede en toda España excepto en Vilagarcía, donde, a primera vista, la izquierda parece de derechas y todo es más complicado.