Una estación de tren sin bus

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

El plan de transporte público de O Salnés está hecho para el tiempo de las tartanas

16 abr 2019 . Actualizado a las 16:55 h.

Me gusta moverme en autobús urbano por Vilagarcía. Lo suelo coger en Vilaxoán, frente a la farmacia, y vengo al centro o sigo hasta Carril, donde paseo por el puerto, regreso caminando hasta Vilagarcía y sé que en cualquier momento, si lo necesito, me bastará caminar unos pasos para encontrar una parada y coger de nuevo el transporte público.

Cuando vengo a pasar unos días, sé que puedo prescindir del coche y viajar en avión o en tren. Buscando con tiempo, encuentro magníficas ofertas para volar hasta Lavacolla y coger allí un autobús hasta la estación de ferrocarril de Santiago. Manejando la aplicación de Renfe, compro el billete de tren nada más llegar a la terminal aérea y el viaje resulta cómodo y rápido.

Si vengo en el Alvia desde Madrid, el trayecto se hace un poco pesado entre Zamora y Ourense. A pesar de la buena suspensión de esos trenes, el traqueteo por el viejo trazado es inevitable y leer o escribir en el ordenador resulta complicado porque tu mente quiere teclear fulgor y los meneos del vagón te hacen teclear gikft, pero esperas al tramo de Ourense a Santiago y ahí corriges sin vaivenes. Es más, la primera vez que hice ese recorrido, creí que el tren estaba parado hasta que salió de un largo túnel, a tanto llegaba la suavidad del deslizamiento.

Dentro de poco, cuando se acaben los tramos pendientes entre Zamora y Ourense, el viaje será un placer en el que valoro tanto la quietud como la velocidad. Para que todo sea perfecto, solo falta que el tren a Vigo se detenga en Vilagarcía y entonces me sentiré ciudadano de un país de primera que llega a una ciudad de primera.

El problema, en fin, no es por tanto llegar a Vilagarcía pues ya sea en avión más tren, ya sea todo el trayecto en tren, lo cierto es que la ciudad está unida a cualquier lugar del mundo. El problema es que cuando bajas del convoy ferroviario, maravillado por la comodidad del viaje, extasiado por los paisajes que has contemplado, encantado de que te reciba una brisa marina que, desde mi primer viaje a la ciudad, me acaricia al descender del vagón… El problema es que en la estación de ferrocarril se acaba la modernidad. Matizo, al salir de la estación, pues la terminal ferroviaria vilagarciana, remodelada con gusto y funcionalidad, mantiene la sensación de que lo público te mima y te hace sentir ciudadano.

El caso es que hemos salido de la estación y comienzan los problemas porque no hay un autobús urbano que se detenga en la puerta y te lleve hasta tu casa o tu hotel. Hay un magnífico servicio de taxis, pero nada de transporte público. Si queremos trasladarnos a Vilaxoán o hasta un hotel del centro o de Carril, hemos de bajar hasta la rotonda del Ramal y allí, frente a El Ruedo, esperar la llegada del bus urbano.

Así que allá vamos, tirando de la maleta, muchas veces bajo la lluvia, porque resulta que el autobús urbano no puede dar un pequeño rodeo para llegar a la estación de Renfe a dejar y recoger viajeros. Es inaudito que el medio de locomoción público que une Vilagarcía con el mundo, un tren eficaz y rápido, que con las carencias que ustedes quieran, maravilla a quienes visitan la ciudad, no alcance la perfección por culpa de ese dislate de que el bus urbano no pase por la estación.

Aunque lo peor es que en el diseño que se ha hecho de los transportes en O Salnés desde la Dirección Xeral de Mobilidade no se contemple esa parada. ¿Cómo harán esos señores de Santiago los planes de movilidad? ¿Creerán que las cosas en Vilagarcía son como hace 40 años, cuando llegué en un ferrobús en el que no viajaba casi nadie y que te desmadejaba y lanzaba de un lado al otro del vagón como si fuera una atracción de feria?

Vilagarcía, hoy, es muchas cosas y ferrocarril. El tren es la causa de que se queden aquí familias que trabajan en las grandes ciudades, pero prefieren la calma, el sosiego y la belleza de una ciudad bonita y tranquila donde hay de todo salvo un autobús que llegue a la estación de Renfe.

Cubrir el expediente

Aquella primera intención de convertir las paradas del Cavadelo en estación de autobuses, como si no hubiera ya una en Vilagarcía, era de traca, como de chiste de Gila, y dejaba claro que lo del plan de transportes o de movilidad del Salnés importaba una higa. Se trataba de cubrir el expediente y despachar las necesidades de los ciudadanos con un par de decisiones sin meditar.

Esto de que el plan no incluya una parada en la estación de ferrocarril significa que ni saben lo que es Vilagarcía ni les importa. El caso es diseñar un plan rapidito y sin agobiarse. Luego, si se exige lo de parar en la estación, pues se dice que sí, que ya parará, pero sin compromiso escrito ni diseño serio. Es una pena que cualquier viajero recién llegado entienda las necesidades de transporte público en la comarca y que quienes deberían conocerlas a fondo no se enteren de nada y crean que seguimos viviendo en el tiempo de las tartanas.