El espíritu de Rivera Mallo en Aralde

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

En el PSOE, aún recuerdan cuando solo ganaban en Faxilde, Guillán, A Torre y Trabanca

03 jun 2019 . Actualizado a las 21:38 h.

En la sede socialista de Castelao, se han vivido noches de felicidad, pero también noches en las que los candidatos se quedaban sin habla por la impresión del varapalo recibido. Así es la política. En la Casa do Pobo vilagarciana, durante muchos años, las jornadas electorales daban pocas alegrías. Llegaban los datos de la mesa electoral de A Torre y la militancia prorrumpía en aplausos. Las ovaciones se sucedían con el volcado de los votos de las mesas de Faxilde, Guillán y Trabanca Badiña. Pero todo el mundo sabía que ahí se acababa lo bueno, que en Bamio se equilibraba la cosa, que con los votos de Carril empezaba la cuesta abajo y que en cuanto empezaran a llegar los interventores acreditados en las mesas electorales del centro de la ciudad, la marea de votos del Partido Popular sería tan abrumadora que acabaría con cualquier esperanza de victoria.

Así era la Vilagarcía de antes de Javier Gago, la Vilagarcía de José Luis Rivera Mallo, el político de la derecha que mejores resultados ha conseguido en la ciudad. En aquellos tiempos, hace ya 30 años, en la sede del PSOE vilagarciano solo tenían tres consuelos: los resultados de Catoira, los resultados de Vilanova-A Illa, cuando aún eran un mismo municipio, y luego, entrada la noche, los votos que se iban conociendo en Andalucía y en Extremadura.

Galicia y Vilagarcía eran entonces un granero de votos populares y cuando ahora, algunas personas me dicen que es lógico que haya ganado Varela porque Vilagarcía siempre ha sido muy socialista, me hace gracia porque recuerdo aquellos lunes poslectorales en los que los líderes locales de entonces, Seso Giráldez, Celso Callón y José Luis Meléndez, los tres descansando ya en paz con Pablo Iglesias, salían a A Baldosa con la insignia del puño y la rosa del PSOE colocada en la solapa y un orgullo a prueba de debacles estrepitosas porque, decían, era en los momentos de derrota y tribulación cuando había que hacer un acto de fe socialista.

De aquel orgullo antiguo y de aquella resistencia en los tiempos duros, viene la fuerza actual del PSOE de Vilagarcía de Arousa, que en la noche del pasado domingo aplaudió a rabiar la llegada de los votos de las mesas de cada una de las parroquias y lugares excepto los de la urna de Aralde, que es, como ha sido siempre, el reducto más firme, fiel y resistente del Partido Popular vilagarciano. Si el PSOE inició la recuperación tras las derrotas apoyándose en la resistencia emocional de sus líderes históricos, el PP debería comenzar el camino de la vuelta al poder y a la fuerza que siempre ha tenido en Vilagarcía desde Aralde, que sería en lo local lo que Soutomaior es al PP nacional o las campas de Aralar al PNV.

No creo que los militantes históricos del PSOE hubieran podido imaginar nunca que su partido arrasaría algún día en la mesa de la Casa de Cultura o que las mayores ovaciones se las llevarían los interventores de las urnas del centro de la ciudad y no como antiguamente, cuando solo se jaleaba a los del rural a medida que iban trayendo las actas de votaciones a la sede.

Pero las cosas han cambiado tanto que ahora sucede en España lo contrario de lo que sucedía en los 80 y los 90: el anuncio de los resultados en Galicia llena de alegría a la izquierda del resto del país, que ve cómo pierde ciudades en Andalucía, pero gana Vigo, A Coruña, Santiago, Lugo o Vilagarcía. ¿Qué ha sucedido para que las cosas hayan cambiado tanto?

En primer lugar, fue necesario que en 1991 Rodríguez Cuervo se inclinara hacia Javier Gago en lugar de preferir a Rivera Mallo. Después, hubo suerte porque los socialistas han sabido encontrar en Javier Gago, primero, y en Alberto Varela, después, dos candidatos que conocían muy bien el funcionamiento de un ayuntamiento, que han sabido moverse con habilidad en el complicado mundo de la administración y que han conectado perfectamente con los anhelos del vilagarciano medio.

Esto de los alcaldes es cuestión de suerte. Te toca un Gabino de Lorenzo en Oviedo, un Paco Vázquez en A Coruña, un Lores en Pontevedra o un Xerardo Estévez en Santiago y te pegan un cambio a la ciudad que pide a gritos el calificativo de histórico. En ese punto, José Luis Rivera Mallo, sobre todo en su primer mandato (1983-87 con el apoyo de Gago Lorenzo), Javier Gago y Alberto Varela hicieron que los vilagarcianos nos sintiéramos orgullosos de la ciudad en la que vivíamos o en la que ahora pasamos temporadas.

Desde la humildad resistente de Aralde y recuperando el espíritu de José Luis Rivera Mallo, un hombre con un olfato finísimo para entender las aspiraciones de los vilagarcianos, el PP comenzará su recuperación al igual que el PSOE resucitó a partir de Guillán o de A Torre y del orgullo de aquellos líderes que refundaron el partido en Vilagarcía tras la muerte de Franco: Seso Giráldez, Celso Callón y José Luis Meléndez sacando brillo a la insignia del puño y la rosa y paseando orgullosos después de cada derrota por A Baldosa y por el mercado, proclamando su mensaje: «Perdemos, pero resistimos».