Llegó «Néboa» y se hizo la luz

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

RTVE

Había vilagarcianos que imitaban el acento madrileño para no parecerse a Beatriz Carvajal

02 feb 2020 . Actualizado a las 13:38 h.

Si hace tiempo que alguno de ustedes no sale de Galicia, se sorprenderán cuando lo hagan. Se está dando un fenómeno en el resto de España muy particular, yo lo calificaría tanto de paradójico como de emocionante. Es un fenómeno que compruebo cada día en Cáceres, donde vivo normalmente, pero también en Madrid, Málaga, León o Barcelona, ciudades en las que he estado en el último mes y medio y donde ha cambiado la percepción que se tenía del acento gallego e incluso de la lengua gallega.

Galicia tiene buena prensa. Es una tierra que gusta y los gallegos caen simpáticos. Además, sorprenden. En Extremadura, en Castilla o en Murcia, el imaginario colectivo ha ido amasando la figura de un hombre o de una mujer serios, melancólicos, retorcidos y todos esos tópicos de que si subes o bajas. Pero cuando conocen a gente de Galicia, así, en general, descubren que en el trato predomina la risa, la broma y el buen humor. Es más, cuando escribes fuera de Galicia crónicas o artículos, has de tener mucho cuidado porque a los lectores les cuesta pillar la ironía, suelen entender los juegos de palabras de manera directa, sin matices y te metes en unos líos tremendos.

En Extremadura, había una directora general gallega de la Junta, vecina de Navalmoral de la Mata, que era una de las únicas personas que entendía y entiende el juego irónico y el trasfondo de algunas frases y razonamientos que un servidor escribía en clave galaica. Así que de melancólicos nada. Trabajo en un enclave monumental, rodeado de palacios, iglesias, torreones y turistas, y les aseguro que no hay excursión de la tercera edad más divertida, ocurrente y alborotadora que una formada por mayores gallegos. Así que fuera tópicos: los andaluces serán graciosos, pero los gallegos son divertidos e irónicos, De melancólicos y morriñentos, nada de nada.

Roto ese tópico, había otro lugar común bastante deplorable. Era el del acento gallego. No sé si recuerdan las apariciones de la actriz Luisa Martín con su vaca Marela en el programa Un, dos, tres, responda otra vez, imitando el acento gallego, que entonces sonaba a rechifla y provocaba irritación en Galicia y risa con un punto de menosprecio fuera. Después llegó Beatriz Carvajal, una actriz madrileña y divertida que, de nuevo en el Un, dos, tres, salía como gallega de chiste, imitando el acento, exagerando el tonillo y situando de nuevo el castellano con deje galaico en la caja de la risa.

Pero de pronto, todo es distinto. Y no se entiende muy bien, no es muy racional, pero han bastado un par de series de televisión para que cambien las tornas y lo que ayer movía a la risa, hoy mueve al prestigio, a la categoría, al respeto... No saben ustedes lo que está haciendo la serie Néboa por la normalización del acento gallego e incluso de la lengua gallega en el resto de España. Y cuando hablo de normalización, me refiero a que los espectadores de Cáceres o de Albacete escuchen a los personajes expresarse no solo con acento gallego, sino también con expresiones, giros e incluso con palabras del idioma gallego y sientan emoción y respeto en vez de risa.

«Galleguizadas», entre comillas, las series y las películas ha provocado no solo la sensación de que cada escena es más de verdad, sino un movimiento de imitación y admiración en el resto de España. Hace unos días, tomaba café con Ainhoa Rodríguez, una directora de cine extremeña que está montando estos días su primer largometraje en Madrid, y me explicaba que los extremeños no debían tener complejos al rodar películas y series y en lugar de que los actores se expresen con acento neutro, deberían imitar a las series y películas hechas en Galicia y hablar ante las cámaras con acento extremeño. Ella lo hace así en su película.

En las autonomías de segunda en lo audiovisual, es decir, todas excepto Madrid, Cataluña y Andalucía, se mira a Galicia como el ejemplo a seguir para conseguir una industria de la imagen. Y en ese punto, las series con acento gallego han mostrado el camino a seguir. Quienes recordamos cómo al hablar gallego en Vilagarcía nos reñían y nos pedían que volviéramos al castellano, quienes hemos visto a vilagarcianos intentar hablar con «acento madrileño» creyendo que eso les acercaba a la excelencia, nos sentimos ahora orgullosos al comentar el capítulo de Néboa en el café mañanero y notar que los alumnos y los compañeros de trabajo, que son andaluces, murcianos, valencianos, asturianos, madrileños y extremeños, además de alabar la serie, recuerdan escenas y, ¡atención!, recuerdan el acento. Y trabajo en una escuela superior de arte dramático, o sea, que mis alumnos y mis compañeros saben de lo que hablan.

Gracias a Néboa, cada vez que Viqueira, Carmela, Antón o Gael intervienen en la serie, se produce un cambio de chip en los «mayores», que asociaban esa manera de hablar con las «galleguiñas» del Un, dos, tres y con la risa chusca y ahora la asocian con la intensidad de los actores y del ambiente de Néboa. Una serie de televisión es la culpable de “normalizar” el gallego fuera de Galicia. Pero así son las cosas: ha tenido que venir Néboa para que se haga la luz.