La isla de Cortegada inspira historietas

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

La apertura de una tienda de comics en Vilagarcía es un síntoma de desarrollo cultural

10 ago 2020 . Actualizado a las 20:28 h.

La apertura en Vilagarcía de la tienda de cómics Metrópolis es comparable a la apertura del McDonald's y los cines en la explanada TIR cuando empezaba el siglo XXI. Son cuestiones diferentes, pero en el fondo, se trata de síntomas, de señales de ese anhelo vilagarciano de convertirse en ciudad que, recuerdo, a finales de los 90, provocaba las bromas y el vacile de los jóvenes redactores de La Voz de Galicia cuando nos asomábamos al balcón de la delegación y se reían de mí diciéndome: «¿Qué?, te vemos muy atento, seguro que estás sintiendo el pálpito de Vilagarcía, que crece y crece hasta convertirse en ciudad».

Pues sí, observaba eso y primero el hipermercado de A Xunqueira y el paseo marítimo, después la reconversión en espacio lúdico de la explanada TIR, a continuación, la llegada de nuevas tiendas a la calle Rey Daviña y, en fin, la apertura de la librería Follas Novas, la proliferación de supermercados, la peatonalización formidable, el Auditorio, la inauguración de Alcampo o una librería de cómics como Metrópolis han significado hitos en el desarrollo de Vilagarcía.

En lo relativo a la cultura, siempre habrá voces críticas en Vilagarcía. Es lógico, si no fuera así, ni estaríamos hablando de cultura ni habría intelectuales ni personas comprometidas con la cultura en la ciudad. La cultura exige como condición imprescindible la insatisfacción. En este campo, nunca puede haber complacencia y siempre estaremos lejos de lo anhelado, pero siendo realistas y visto lo visto y lo que hay en el resto de España, estos pasos adelante, pequeñitos, pero continuos, son reconfortantes.

Soy de esos tipos clásicos y un poco simples que hasta hace unos años entendía que el cómic era un género menor, como mucho literatura popular a la altura de las novelas de consumo fácil y poso ligero, volátil, insustancial. Pero pasaron varias cosas que hicieron cambiar mi percepción. Leyendo al novelista Eduardo Mendoza, descubrí que su lectura de cómics había modelado el lenguaje de los diálogos de sus personajes más caricaturescos, los que protagonizan novelas como, por ejemplo, El misterio de la cripta embrujada. Releí los TBO, los Pumby y los Pulgarcito que guardaba en el trastero y me di cuenta de que los diálogos picados, los planteamientos y los giros argumentales no tenían nada que envidiar a las estructuras de los cuentos, las novelas y los dramas.

Una tarde de agosto, no hace de eso demasiado, me acerqué con mi hijo a Santiago en tren y me llevó a una tienda de cómics. Él compró un montón de historias de personajes extraños y de otros temas propios de treintañeros. Yo iba como acompañante curioso y empecé a mirar por aquí y por allá, después empecé a hojear ejemplares y acabé totalmente entusiasmado comprando tres grandes cómics. Uno contaba en viñetas la Guerra Civil española con guion de Paul Preston y los otros dos eran las biografías de Jean Paul Sartre y de Julio Cortázar. Solo un detalle: la lectura de las dos primera páginas del cómic sobre Sartre me inspiró dos artículos. Desde entonces, los cómics ocupan mi tiempo y, evidentemente, ya no los considero ni un género menor ni literatura de consumo ligero e intrascendente.

Aunque antes de que Mendoza me hiciera ver la influencia del lenguaje de los cómics en la literatura moderna y de que mi hijo me llevara de compras a Santiago, conocí a Fernando Iglesias, dibujante vilagarciano que, precisamente, firmó ejemplares de sus cómics con Kiko Dasilva el día de la inauguración de Metrópolis, el pasado 1 de agosto. En Vilagarcía, no sabíamos casi nada de la categoría de este joven que, en el antiguo Instituto Calvo Sotelo, hacía historietas protagonizadas por Vilas, Feáns o Purita, profes históricos de lo que hoy es IES Castro Alobre. No sabíamos nada hasta que un funcionario de Cultura del Concello de Vilagarcía lo descubrió nada más y nada menos que en Logroño. Allí, en una exposición de jóvenes promesas del cómic, el funcionario se sorprendió al hallar entre los dibujantes a uno llamado Fernando Iglesias que era de Vilagarcía.

Descubrimiento en Logroño

A raíz del descubrimiento riojano, la Concellería de Cultura le encargó el cartel de los Maios de 1992 y los vilagarcianos nos enteramos de que «uno de los nuestros», uno de Carril, era conocido como dibujante de historietas en Cataluña, Francia y Japón. Al año siguiente de aquel cartel de los Maios, Fernando publicó Impresiones de la isla, que fue considerada la tercera mejor publicación española de cómic por los 32 críticos más reconocidos del país.

Los diferentes números de Impresiones de la Isla pueden adquirirse en Metrópolis, pero lo curioso es saber que ese cómic y sus historias nacieron una tarde en la que Fernando Iglesias estaba en Cortegada y tuvo la idea de dibujar un cómic a partir del título de una obra de Raymond Roussel, precursor marginal de los surrealistas.

La obra de Fernando tiene claras reminiscencias gallegas en las playas con brumas de su obra Alexandra o en el ambiente de pequeña urbe gallega de la historia coral Villa Hamleta. Pero más allá de lo cercano, lo interesante de los trabajos de Fernando Iglesias, de Kiko Dasilva y de los cómics de Metrópolis es que, desde Vilagarcía, trascienden lo local para llevarnos a lo universal.

Iglesias pintaba tebeos en los que salían Vilas, Feáns y Purita, profes

del Calvo Sotelo

Diálogos y personajes de Eduardo Mendoza están inspirados por el TBO