
La constatación de que este animal legendario anda por Vilagarcía nos llena de fascinación
17 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.La noticia estremece tanto como estimula: se han visto lobos en Vilagarcía. No se trata de un cuento ni de un subterfugio para que los niños coman, sino de un dato oficial: los lobos han atacado al ganado en el término municipal, han matado tres ovejas y se supone que ha sido en la zona oriental del municipio, en las estribaciones del monte Xiabre. A veces nos olvidamos de que Vilagarcía no es solo la franja marítima entre Carril y Vilaxoán. Hay una Vilagarcía rural de una belleza extraordinaria donde la sola mención del lobo hace que nos estremezcamos.
Hace años, me fui de batida con un grupo de ecologistas que buscaban lobos para censarlos, estudiar sus costumbres y protegerlos. Recorrimos los alrededores de Pontevedra, metiéndonos hacia el interior por la carretera de Ourense. Me contaron que una de las zonas con más población de lobos es el sur de la provincia de Ourense. Allí, en las sierras de O Xurés y de O Invernadeiro y en las planicies altas de A Limia, abunda esta especie mítica y temida en peligro de extinción.
Los lobos de A Limia están acostumbrados a recorrer aquellos contornos buscando su sustento y desde hace siglos tienen unas costumbres y unos itinerarios fijos. Pero de pronto, la autovía de Madrid cruzó la zona y partió por la mitad el hábitat del lobo. Aunque la ley exigía una serie de pasos para animales, solo se construyeron tres, todos ellos subterráneos e inútiles: uno estaba siempre inundado, otro se encontraba lleno de material de obra y el tercero desembocaba en una carretera con tráfico.
Los lobos, sin embargo, tenían que seguir cruzando aquellos campos como hicieron sus ancestros para procurarse el sustento y cuidar sus camadas. Como no podían hacerlo por los pasos subterráneos, lo hacían por la propia autovía y la carretera se convirtió en el principal enemigo del lobo después de los cazadores: de cada 100 lobos muertos, 25 lo eran a causa de un disparo y 23 por culpa de un atropello.
Y es que el lobo es un animal y como tal, tiene una serie de costumbres que no pueden variar de la noche a la mañana. Si un lobo lleva pasando diez años por una vaguada, va a seguir pasando, aunque allí coloquen una autovía. Pero lo de dejarse ver por Vilagarcía es nuevo y evidencia que hay una manada o una pareja que está explorando nuevos territorios y las zonas de Xiabre o Lobeira les parecen idóneas para sus correrías.
Al hígado de la oveja
Una fascinación casi infantil por el lobo me ha llevado a conocer personajes como Feliciano Álvarez, un ganadero zamorano que a los 15 años ya se hacía decenas de kilómetros en bici para comprar vacas. Una noche cerrada, durmiendo al acecho para vigilar su ganado, escuchó un ruido, alumbró con la linterna y distinguió al lobo y a la loba. Estaba en una cerca de 200 metros cuadrados con 400 ovejas y cinco perros. Se había quedado a dormir con ellas para defenderlas del acoso de la alimaña. Pero todo fue inútil. El lobo saltó al corral y de una patada partió el hígado a una oveja. Fue la gota que colmó el vaso. Al día siguiente, decidió vender su ganado y emigrar lejos de Villalcampo (Zamora), en las inmediaciones de la Sierra de la Culebra, que está cercana a Galicia, una de las zonas con más lobos de España.
El restaurante más popular de Portalegre, ciudad portuguesa de la Raya, se llama Tumbalobos en honor a los loberos de la Serra de San Mamede, que mataban lobos a puñetazos en los años 40, cuando por efecto del hambre de la posguerra, los lobos españoles se exiliaron a Portugal en busca de alimento.
En Extremadura hay un pueblo, Serradilla, conocido porque un vecino inventó el método Rayas para aprender a escribir y porque tiene en su escudo cuatro lobos. El origen de ese símbolo se encuentra en una anécdota azarosa: varios embajadores del pueblo fueron a Plasencia a recoger la carta de independencia del municipio. Allí les pidieron cuenta de cuál era el escudo de Serradilla y tuvieron que improvisar sobre la marcha basándose en una experiencia que habían tenido la noche anterior, durante el viaje, cuando mataron cuatro lobos que aparecen desde entonces en el escudo serradillano.
Y hasta había una profesión relacionada con el lobo: el lobero. A uno de los últimos, Isidoro Rodríguez Vázquez, alias Tarzán, lo conocí hace 20 años. Vivía en un pueblo llamado Acebo, entre Cáceres, Salamanca y Portugal. Tarzán, que falleció en 2006, había sido buscador de oro y pescador a mano de truchas y anguilas. Fue en 1956 cuando saltó a la fama y salió en El Caso tras capturar una loba de 75 kilos que había matado 30 cabras en una noche. Montó la loba en una caballería y la paseó por los pueblos de la comarca. Los ganaderos le daban lana, chacina o 25 pesetas. «Pero yo no lo hacía por dinero, sino por el gusto de seguir el rastro del bicho y acechar sus aullidos en las noches de luna llena. Era muy bonito», me contaba emocionado. El lobo, un surtidor de leyendas y emociones que ahora aparece en Vilagarcía y nos llena de temor y de interés.