La Festa da Auga se hace mayor a golpe de cambio climático

Serxio González Souto
Serxio González VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Vilagarcía ajusta su multitudinaria celebración a los rigores de la sequía tras un pregón a cargo de Freddie «Fran» Mercury

16 ago 2023 . Actualizado a las 22:44 h.

Buena parte de lo que hoy se conoce como el casco urbano de Vilagarcía dormitaba bajo el agua hace cosa de cien años. No se puede decir que los rellenos le hayan sentado bien a este lugar. Sobre todo, calculando cómo el mar se comporta cuando decide recuperar lo que era suyo, tal y como sucedió en el 2006. Una combinación de incendios forestales, mareas desmadradas y lluvias torrenciales convirtió entonces la ciudad en un parque temático para patos y demás aves acuáticas. Le pese a quien le pese, la relación de la capital arousana con el líquido elemento es compleja y equívoca. Con eso y con todo, los vilagarcianos y sus muchos visitantes la renuevan cada 16 de agosto, rindiendo homenaje a San Roque, su perro sin rabo y la saludable tradición que recomienda combatir el calor desde ventanas, balcones y cualquier elevación que permita echar mano de un cubo o de una manguera.

Esto sucede después de una noche sin final que acostumbra a reunir en Vilagarcía a chavales y veteranos de las rías procedentes de las cuatro esquinas de Galicia. Desde hace un par de años, los rigores que impone el cambio climático eliminan de la ecuación los camiones cisterna que disparaban agua a presión sobre los festejantes como si no hubiese un mañana. Aquella orgía húmeda se ha sustituido por un retorno a los orígenes que da prioridad a caldeiros y mangueras que emergen de terrazas y ventanas, aderezados por los conductos hidrantes que sobrevuelan las cabezas de los festejantes y parecen llamados a marcar el futuro de una Festa da Auga que difícilmente volverá a los parámetros desorejados de otros tiempos.

Esta serie de mudanzas están lejos de ser inocuas. Ejercen sus efectos y actúan como una especie de lenitivo para la parte más asilvestrada de las hordas que, eso sí, continúan abatiéndose sobre la ciudad en ferrocarril, coche, autobús y cualquier otro medio de transporte imaginable que funcione la noche previa. La víspera en los bares sigue marcando un ambiente dulce y venenoso, que los más jóvenes prolongan hasta bien entrado el amanecer en los garitos de la antigua explanada TIR o en el entorno de la plaza de O Castro, donde es fácil comprobar que encender una bronca resulta tan sencillo como apagarla con un simple abrazo.

No hay tanta gente como antaño, aunque tampoco falta lío. Freddie Fran Mercury no solo renace en el húmedo desparrame, sino que incluso se hace pregonero de la fiesta y es el primero en mojar a la concurrencia cuando el santo ya está a salvo en su capilla. El sol es bienvenido, se diría que las proezas sexuales al aire libre de los años gloriosos buscan hoy la sombra, y cada vez más chavales se escabullen temprano en tren después de una noche tumultuosa, en lugar de aguardar a que el agua despierte sus neuronas dormidas. Los controles apenas detectan un par de conductores pasados de rosca. Y aun así la Festa da Auga, nacida en los 80, juega y gana. Será que envejecer es esto.