Este verano, los cuatro concellos playeros de O Salnés contratarán a más de 100 trabajadores
23 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El Rincón de Julio» es un bar clásico de barrio. Tiene una buena terraza sobre el asfalto y un interior con barra larga y cuatro mesas amplias. Sirve desayunos con churros y tostadas, cervezas con pinchos de morro de cerdo, albóndigas caseras o arroz con carne y a la hora de comer, Mari Carmen, pareja de Julio, prepara chuletas de cabrito y carnes ibéricas que se disfrutan con gusto. «El Rincón de Julio» está enfrente de la casa donde nací, en Cáceres, y a 200 metros del piso donde vivo. Desde que me jubilé, he convertido una de sus mesas en mi despacho mañanero. Allí leo La Voz de Galicia en mi tableta, charlo con la clientela —ahora se dice interactuar— y me tomo una bica de café portugués, ya saben, según la etimología popular, BICA es un acrónimo formado por las iniciales «Beba Isto Com Açúcar», leyenda de un cartel que apareció en los bares de Lisboa.
Julio llama bica a sus cafés porque es originario de Cedillo, un pueblo fronterizo metido en Portugal, situado en ese cuerno que dibuja la frontera a mitad de camino entre Ayamonte y A Guarda. Es un hostelero listo y con experiencia, así que sabe cuándo debe cerrar el bar y tomarse vacaciones porque durante esos días la clientela habrá huido de la ciudad camino de las playas. Este verano, cerrará la segunda quincena de julio. En esas fechas, mientras O Grove, según José Cacabelos, su alcalde, pasa de tener 10.800 habitantes a acoger a 30.000 de lunes a jueves y 40.000 los fines de semana, en Cáceres, la población baja de 100.000 a 70.000. Hay un éxodo hacia los pueblos de la provincia, la montaña y, fundamentalmente, hacia las playas. Hasta hace unos años, ese destino playero estaba fundamentalmente en el mar Mediterráneo y en la franja costera portuguesa que va de Figueira da Foz a la península de Troya. Desde hace unos años, sin embargo, las costas gallegas y la cornisa cantábrica se han convertido en un destino muy solicitado por culpa de la subida de las temperaturas en el sur de España.
El mes de junio está siendo bonancible en el interior. Salvo unos días durante la primera semana, que el termómetro se disparó hasta los 37 grados, el resto del mes se puede salir a la calle a cualquier hora y, esta semana que acaba, incluso ha llovido y ha habido varios días en los que parecía que estábamos en una de esas mañanas del agosto vilagarciano en que las temperaturas no suben de 22, llueve de vez en vez y una neblina parsimoniosa y leve, que va y viene, suaviza, humedece y agrada.
Pero hoy domingo, las temperaturas ya habrán alcanzado niveles desasosegantes, no se podrá salir a la calle entre el mediodía y la caída del sol y todos sabemos que en unos días, más allá de Ourense, el calor áspero, inclemente, de calima africana y obsesión, ese calor tan salvaje que no te permite abrir las ventanas por la noche, se enseñoreará del interior de España y hasta quienes dudaban se lanzarán a Internet o a las agencias de viaje para contratar hoteles y apartamentos en lugares frescos, bonitos y acogedores como O Salnés.
¿Acogedores? Sí, acogedores, pero siempre que los ayuntamientos turísticos de la ría puedan hacer frente a las exigencias de un turismo que demanda comodidades, servicios, limpieza y seguridad como si estuviera en su casa. Al veraneante le importa una higa si en O Salnés viven 100.000 vecinos en junio, pero acoge a 150.000-180.000 los fines de semana de julio y agosto. El turista quiere buenos precios, buen tiempo, entretenimientos y, además, que estén limpias las playas y las calles, que haya aparcamientos cerca de los arenales y en el centro de las ciudades, que abran aseos en las playas y estén impolutos siempre, que se vean socorristas atentos a cualquier imprevisto y que la seguridad en las ciudades, en las carreteras y en A Lanzada, O Carreirón, As Sinas y Compostela sea absoluta.
Así que faltan unos días para la gran invasión y los ayuntamientos más turísticos de la comarca de O Salnés, los pegados al mar, se encuentran con el problema de que deben contratar decenas de operarios para el verano, pero sus presupuestos son los que son. Será un buen verano para el comercio y la hostelería, pero malo para unas finanzas municipales que deben servir para atender a casi el doble población.
Según los datos que recogía días pasados Rosa Estévez en estas páginas, sumando los trabajadores que contratarán los ayuntamientos de O Grove (37), Cambados (23), A Illa (10) y Vilagarcía (25), se llegará a la cifra de 95 contratos. Vilanova también hará un esfuerzo, aunque no detallan cifras. Se contratarán 33 vigilantes o socorristas para las playas, 18 operarios más de limpieza, 16 policías municipales… Habrá más camiones de recogida de basuras con sus respectivos chóferes y varias empresas contratadas para limpiar los baños en las playas o desbrozar los montes. Con estos datos, se entiende que los clientes de «El Rincón de Julio» disfruten de un veraneo plácido en o Salnés. Lo que no se entiende es cómo pueden pagar los ayuntamientos a más de cien nuevos trabajadores. Igual va siendo hora de pensar en una tasa turística.