Tacho González, el abogado de «Rapa»

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

Viendo al actor vilagarciano encarnando al letrado Valdivia, hemos recordado la Vilagarcía de los 70

20 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace diez días, se emitía en Movistar Plus el último capítulo de la serie Rapa, una producción televisiva que nos ha tenido enganchados durante tres temporadas por la trama, los paisajes, la emoción, por qué no confesarlo, de ver tantas páginas de La Voz de Galicia con la maquetación y los caracteres de la época en que empecé a escribir en este periódico y, naturalmente, los actores entre los que se encontraban los vilagarcianos Carlos Blanco y Tacho González, que en esta última temporada ha cobrado especial protagonismo encarnando al abogado Valdivia.

Ya hemos recordado en El Callejón del Viento la infancia y juventud vilagarcianas de Carlos Blanco, esa época de la vida que tanto marca a los actores… y a los encofradores, los camareros y las ingenieras… Hoy vamos a recordar el tiempo de formación de César González Somoza, es decir, de Tacho González, aquel chaval que a los 17 años se fue de Vilagarcía y no ha vuelto para quedarse, salvo los domingos para comer en casa de lo que él llamaba con ironía la «Fundación González Rollán», es decir la casa paterna pues es hijo de Manuel González Rollán, fraternalmente, Manolo Koso.

César o Tacho, como prefieran, nació en 1961 en Vilagarcía de Arousa, aunque él se declaraba fronterizo: «Soy de A Espiñeira, entre la villa y el rural. Bajaba al pueblo cruzando ilegalmente las vías del tren». Su infancia estuvo marcada por los profesores: don Juan, doña Perpetua, don Manuel Barreiro, el profesor Buceta, don Manuel Ríos, «que me dijo que me iba a poner la cara como una bolla y me la puso, pero me vengué un día en su nieto, aunque somos muy amigos». Ya en el Calvo Sotelo, «apareció ‘Ella', la Guitián, exigente profesora de Matemáticas a la que conocíamos como La Plaga y que marcó a media Vilagarcía».

Luego estaban los amigos como el escritor Manolo Seixas, con quien tuvo su única pelea en el instituto. «Fue una pelea rara, la organizaron porque éramos los más chapones y no nos metíamos en broncas. Nos pusieron unas camisetas y no sabíamos cómo pegarnos», me contaba hace tiempo en una entrevista. Otros colegas: Tahí, Suso Puente, Nacho Varela, Arturo Cerviño, Javier Serantes, Manu Villaronga, Álvaro Cortés

César quería estudiar Bellas Artes, pero, recordaba, «la ‘Fundación González Rollán', que financiaba mis estudios, dijo literalmente que ‘por los cojones' e hice Económicas”. Fue en Compostela donde nació su nombre artístico: Tacho. Sucedió en el Colegio Mayor San Agustín de los jesuitas, al que llegó al poco de haberse cargado en Nicaragua al dictador Tacho Somoza. «Me bautizaron como Tacho y lo empecé a usar en televisión para resguardar mi vida privada: así solo soy un muñeco más de la tele».

Un muñeco que empezó doblando ambientes en la película Foise co Vento (Lo que el viento se llevó), fue después la voz gallega de James Stewart, Robin Williams o Kevin Kline, protagonizó en la TVG el programa de humor «A Repanocha», actuó en la película Divinas palabras con Paco Rabal y ha acabado participando en El Ministerio del Tiempo, Romasanta, Auga Seca, Vivir sin permiso y otras series, largos y cortos hasta encarnar a Valdivia, el abogado creíble y bonachón que llena la pantalla en Rapa.

Su trayectoria actoral es de sobra conocida. Más interesante para un vilagarciano es husmear en los orígenes de nuestro Tacho, por ejemplo, en lo que él llama la «Fundación González Rollán», o sea, sus padres. El abuelo materno de Tacho, Antonio Somoza, tenía una fábrica de curtidos en A Espiñeira, ya saben, un poco más allá de la vía del tren y de la estación de Vilagarcía. Con la reconversión de los 60, la convirtió en una fábrica de gaseosa. También tenía una tienda en la plaza de la Independencia, junto al bar Ribadavia. Su abuelo paterno, Severino González, vino a Vilagarcía en 1938 para hacerse cargo de la imprenta donde se imprimía el periódico Galicia Nueva, pero el diario no era negocio y cerró. Aunque su abuelo no se amilanó, compró la imprenta Celta por 50.000 pesetas en 1940 y en ella se imprimió en 1947 Cómaros Verdes de Aquilino Iglesia Alvariño, que pasa por ser el primer libro escrito en gallego editado tras la Guerra Civil (la realidad es que en el año 1946 se publicó Brétemas Mariñás del betanceiro Celestino Luis Crespo).

Sus abuelos maternos, Antonio y Ramona, eran de Noia y hablaban gallego. Los paternos, Severino y Herminia, eran de Valladolid y hablaban castellano. Consecuentemente, el nieto se educó bilingüe y su pasión por el teatro nació gracias a la «factoría de actores» Ítaca, aquel grupo de teatro vilagarciano que marcó una época, fue un revulsivo cultural y revolucionó la vida artística de la ciudad con el montaje de Historia do Zoo de Edward Alby, dirigida por el fundador y alma de Ítaca, Eduardo Puceiro.

Tacho estuvo en Ítaca y allí coincidió con Carlos Blanco, Manoel Millán… «Estuve poco tiempo, pero hice grandes amigos: Pablo Dorgambide, Gene, Ana, Begoña, Inma… La terraza del bar España, en la Alameda, era el centro de todo, nuestro punto clave». El España, Ítaca, la Celta, las gaseosas Koso, la «Fundación González Rollán»… Recuerdos de una Vilagarcía inolvidable que hemos evocado cada vez que el abogado Valdivia ejercía en Rapa.