
José Recuna en su bicicleta era el símbolo de una Vilagarcía amable y feliz que sigue viva
09 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.He escrito El Callejón del Viento y otras secciones (Perlas Arosanas, El Marido de la Peluquera, Café con Gotas) en La Voz de Galicia en dos etapas. La primera se extendió desde julio de 1986 hasta septiembre de 2001, y la segunda, la actual, empezó en 2018. Fue el 9 de septiembre de ese año cuando reapareció El Callejón del Viento con este titular: «Vilagarcía es Recuna en bicicleta». Aquel encabezamiento homenajeaba a un hombre, José Recuna, primer alcalde democrático de Vilagarcía tras el franquismo, y a una época que se resumía en el párrafo final: «Vilagarcía tiene que ser José Recuna pedaleando en su bicicleta, sin parar, sin mirar atrás, sin melancolía, infatigable, seguro, feliz…».
Recuna ha muerto y con él se van un tiempo y un estilo que se resumen en una anécdota de 1979, un tiempo de transición y, por tanto, de convulsión política. Sin embargo, había tanto respeto entre los partidos que la noche de la victoria electoral de Recuna, preclaros dirigentes de Alianza Popular como Moncho Taboada o Enrique Rodríguez Campos (Recucho Garabán), que tenían la sede electoral encima de la del PSOE, bajaron a la Casa do Pobo para felicitar a Recuna. Esta escena es inimaginable en la España de 2025, aunque creo que sí podría suceder en Vilagarcía, una ciudad donde aún se guardan las formas, la política mantiene un tono elegante y un ejemplo es el artículo de despedida y reconocimiento de José Recuna que José Luis Rivera Mallo publicó en La Voz de Galicia días atrás.
José Recuna resumía algunas de las peculiaridades de la izquierda vilagarciana. La agrupación del PSOE en Vilagarcía se había constituido el 4 de marzo de 1976 y fue en la primavera de 1979 cuando Recuna recibió la visita de dos socialistas vilagarcianos con peso específico en el partido. Eran Benito García Dorgambide y Santiago Ferreira Faro, que pretendían convencerlo para que fuera candidato del PSOE a la alcaldía de Vilagarcía de Arousa en las primeras elecciones municipales de la democracia. Lo convencieron y ganaron.
José Recuna se había licenciado en Derecho en 1951, había sido juez sustituto en su ciudad durante los años 70 y regentaba los negocios de su familia, que tenía ocho apellidos vilagarcianos: los Villaverde, oriundos de Portas; los Rey, emigrantes en Argentina y retornados a Vilagarcía en 1870 por culpa de la peste; los Otero, saga familiar de A Illa; los Recuna, cuyo padre había sido encarcelado en los calabozos municipales de Vilagarcía, en plena Guerra Civil, y no salió hasta que la familia recaudó 50.000 pesetas gracias a una colecta entre amigos, destacando la generosidad de Amadeo Brumbeck, que puso 10.000, etcétera.
José Recuna era un vilagarciano de toda la vida sin una clara identificación política, una persona de orden que fue votado hasta en las mesas más del centro de Vilagarcía, una ciudad con una particularidad política muy interesante: la izquierda parece de derechas y la derecha no es la derechona de otras partes de España. La biografía, el estilo, la educación, el trato y las formas del núcleo militante del PSOE e incluso de aquel PCE de la transición no tenían ni tienen nada que ver con la radicalidad. Los apellidos de aquellos líderes y de los actuales (Callón, Recuna, Villaverde, González Rollán, Pérez, Meyer, Quintela, Torrado, Bouza Brey, Dorgambide, Varela) recuerdan una extracción social y unas raíces que en otras ciudades españolas nutren la derecha liberal y no este The Labour Party vilagarciano tan british en el que los cuatro años de la alcaldía de José Recuna se recuerdan como un tiempo de grandes logros: la depuradora de aguas, la residencia de ancianos, el colector general, la mancomunidad del matadero, el pabellón polideportivo, la primera fase del paseo marítimo e infinidad de obras en el rural.
Durante el mandato de Recuna, llegué a Vilagarcía, alquilé un piso en Os Duráns, al final de una corredoira, y es verdad que me engañaron: pagaba un tercio de mi sueldo por un piso interior, la calefacción no funcionaba y como no tenía cédula de habitabilidad, desde Porto no nos podían subir las bombonas de gas butano a casa y las dejaban en el portal. Pero como servidor acababa de cumplir los 24 y toda me parecía maravilloso, pues disfrutaba del olor a tierra ácida del amanecer en la corredoira, me encantaba hacer compras enxebres en la tienda de Sita y me parecía de gran encanto rural contemplar desde la ventana del salón cómo un leñador cortaba troncos con un hacha en un patio vecino.
La sorpresa llegó cuando me enteré de que el leñador no era otro que José Recuna Villaverde, alcalde de Vilagarcía, y se multiplicó al conocer el cisma que hubo en el PSOE local en 1983. Nadie entendía que un partido se cargara a su propio alcalde. Pero así fue y el PSOE perdió durante ocho años la alcaldía de la ciudad a manos de Rivera Mallo. En ese período empecé a escribir El Callejón del Viento inspirado por la vecindad: la librería de Pampín y el hostal Garabán, el peluquero Pepete y las golosinas de Armando. 30 años después, retornó la inspiración al ver a Recuna en bicicleta. Pampín, Garabán, Pepete, Armando, Recuna… Protagonistas vilagarcianos del ayer e inspiradores del hoy.