Informes de Pampín e hipotecas baratas

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

Intrahistoria del alquiler y la compra de vivienda en Vilagarcía a lo largo de los últimos 45 años

27 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Comercializan 39 apartamentos de nueva creación en As Carolinas… La Xunta construirá 350 pisos de protección oficial en Vilagarcía… La vivienda de segunda mano en O Grove es más cara que la de Valladolid, Oviedo, Santa Cruz de Tenerife y otras 30 capitales de provincia… Las noticias sobre la vivienda copan los titulares de La Voz de Arousa un día sí y otro también. Alquilar o comprar un piso se convierte en una odisea y uno, desde la experiencia y la memoria, se pregunta: ¿cuándo no fue una odisea alquilar o comprar un piso en Vilagarcía? Y sí, hay respuesta: entre 1996 y 2006 fue fácil encontrar cobijo propio, fueron diez años en los que comprabas un piso con una firma, pero antes y después de esas fechas, la vivienda desazonaba tanto como ahora, aunque no copara titulares ni se convirtiera en el gran problema.

Cuando leo lo de la vivienda cara en O Grove, me acuerdo precisamente de un caballero meco que fue mi primer arrendador en Vilagarcía. Fue en el año 1981, servidor ganaba 60.000 pesetas y el piso que alquilé me costaba 23.000 al mes. Sería de lujo, pensarán ustedes. Bueno, si se puede llamar lujo a un piso de 80 metros cuadrados con todas las habitaciones dando a traseras y a un patio interior, con la calefacción estropeada, sin cédula de habitabilidad, por lo que no me podían subir las bombonas de butano a casa, las dejaban en el portal y, ¡atención!, con el arrendador asegurándome que el piso tenía gas ciudad. ¡Caramba, gas ciudad en la Vilagarcía de hace 44 años! Como detalle final, aquel piso estaba unido a la plaza Xoán XXIII por una corredoira muy enxebre, que hoy honra a una figura tan egregia como Aquilino Iglesias Alvariño, pero que entonces era más deshonra de todo que honra de nada.

Fue un timo lógico, al fin y al cabo, los arrendatarios éramos unos recién casados pardillos que acabábamos de cumplir los 24. Pero no crean que en mi entorno laboral era mucho mejor la situación. Mis compañeros de instituto también vivían, en su mayoría, en pisos de alquiler sin encanto y pagando entre el 20 y el 30 % del sueldo. Solo algunos colegas habían comprado vivienda en unos edificios que estaban en un descampado yendo hacia Vilaxoán. Para ello, se habían hipotecado hasta las cejas porque los intereses entonces eran muy altos, las hipotecas se daban con cuentagotas y, sobre todo, en Vilagarcía había muy pocos pisos en venta y menos de nueva construcción. Aquella urbanización hoy es conocida como O Millor Barrio do Mundo, su nombre es O Piñeiriño y tiene una vida social, comercial, cultural y de ocio envidiable, pero en los 80 eran As Pistas y poco más que eso: unas pistas y unos pisos nada baratos.

Pero volvamos a aquel piso «con gas ciudad», frío, húmedo y caro que se llevaba el 38 % de mi sueldo. Había que mudarse y comenzó un peregrinaje por inmuebles más asequibles en Vicente Risco y Avenida da Mariña. Fue viviendo ahí, encima de la farmacia y en El Callejón del Viento, cuando empezó a extenderse por Vilagarcía la idea de que había que comprar piso, que ya no era un imposible y los bancos facilitaban más o menos las hipotecas.

El dueño del piso de A Mariña vivía en Madrid y hasta allí debió de llegar el runrún de la actividad inmobiliaria vilagarciana porque nos llamó y nos ofreció el piso que alquilábamos por 20 millones de pesetas. Como ya no éramos unos pardillos, le respondimos educadamente que no, que era muy caro para Vilagarcía y no hubo trato. Empezamos a buscar y descubrimos que, efectivamente, el bum de la construcción había llegado a Vilagarcía. El dueño madrileño de nuestro piso también debió de indagar, se enteró de que Vilagarcía no era Madrid y nos llamó para ofrecernos el piso por 14 millones y pedirnos excusas por haberse pasado por su anterior oferta: «Disculpad, es que no sabía que en Vilagarcía habían empezado a construir pisos los narcotraficantes para blanquear su dinero y claro el precio de la vivienda ha caído mucho».

Rechazamos la oferta porque ya habíamos comprado por dos millones menos en la plaza de Ravella con una hipoteca aseada, aunque nos sorprendió el dato de los narcos constructores. Fue fácil comprar, los vendedores conocían a todo el mundo y sabían de quién fiarse. Como nosotros éramos forasteros, tuvieron alguna duda y también recabaron informes, pero no a la banca ni a la empresa, sino a mi amigo librero y quiosquero Pepe Pampín, protagonista de El Callejón del Viento, que, naturalmente, puso la mano en el fuego por mi honradez acrisolada. Así, con informes de Pampín e hipotecas razonables se vendían los pisos en la época dorada de la vivienda, entre el 96 y el 2006.

Daba gusto pedir dinero en los bancos: te concedían todo lo que costaba el piso y te sobraba para amueblarlo. ¡Una pasada! Y claro, estalló la burbuja, se acabó el chollo y las hipotecas fáciles, dejó de construirse y se llegó a la situación actual: un tercio del sueldo por un alquiler, pocos pisos y por las nubes e hipotecas complicadas. Pero que conste que esto ya lo habíamos sufrido antes.