Panorama a Eurovisión

Serxio González Souto
Serxio González VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Lito y su orquesta desplegaron en Vilagarcía su frenético embrujo de músicos y bailarines incapaces de estarse quietos, ante un público entusiasta que no dudaría en votarlos

22 may 2025 . Actualizado a las 22:10 h.

En su ensayo Música de mierda, el escritor y articulista Carl Wilson escudriña en los resortes del buen y el mal gusto en materia musical, tratando de desentrañar en qué demonios consiste este asunto. Lo hace empleando la figura de Cèline Dion y el éxito desorejado que cosechó en su día. No es que Panorama tenga demasiado que ver con la cantante canadiense, salvo por el detalle fundamental de que ambos se dedican a lo mismo: fabricar un producto sonoro —dejémoslo ahí por el momento— que engancha al gentío de forma directamente proporcional al rechazo que provoca entre críticos, pensadores y demás personal que contempla el espectáculo humano desde la atalaya que le proporciona una supuesta superioridad intelectual. O, simplemente, un paladar teóricamente mejor educado. Movidas de alta cultura y eso.

El miércoles por la noche, Lito y los suyos desplegaron su negociado en el recinto de Fexdega, aprovechando el tirón que Santa Rita ejerce sobre Vilagarcía. Llenazo sin apreturas, tres horas de frenético despendole y dardo en el centro de la diana de los siempre volubles programas festivos. Vistiendo el ropaje de Wilson en clave galaica, es lícito preguntarse por qué pasa esto, qué tiene esta tropa, qué le ofrece a su público, en qué rincón reside el encanto a voces de la orquesta por antonomasia. Vamos a ello.

He visto tocar a Metallica ante cincuenta mil personas en un escenario no mucho mayor que el que Panorama montó en Fexdega. Y esto ya quiere decir algo. Ahí arriba había mucha gente. Una veintena de músicos y muchachos y muchachas danzarines, auténticos agitadores incapaces de estarse quietos un momento. Cuatro de ellos, los dos percusionistas y dos de las bailarinas, perfectamente andamiados, una altura por encima de los demás.

Doblar la esquina del recinto y enfrentarse al chorro de luz que manaba de las tablas equivalía a mirar al sol a mediodía a pestaña descubierta. El derroche de lucerío alimentaría una central nuclear en pleno apagón. Lisérgico, adictivo, apabullante. Imposible apartar la mirada. Un, dos, tres, Panorama oé, y esta gente ha cambiado de vestimenta. Más que de encantamiento, parece cosa de física cuántica.

En lo de la calidad musical no me atrevo a meterme. Dejémoslo en que suena bien. Y teniendo en cuenta la manera en la que la orquesta trocea y empalma canciones, a los instrumentistas no les faltan ni mérito ni habilidad. Otra buena porción de la pócima panorámica parece cocerse en esta marmita. A diez segundos de un tema les siguen quince de otro completamente diferente. Sin parar, hasta el infinito y más allá. Como el repertorio bebe de cualquier zona del dial, en uno de los elásticos arreones de Panorama pueden convivir perfectamente Bad Bunny y Rosalía con Suzanne Vega, Los Suaves con los de Palacagüina, Manolo con Benito. Cómo no vas a encontrar un verso o un meneo con los que sentirte identificado, así tengas tres como trescientos años, te guste la tralla, el chunda chunda o el traperillo leré.

Panorama no venderá un solo disco, solo faltaría. Es como uno de esos caramelos que no es necesario abrir, porque el fenomenal envoltorio es tan importante como lo que lleva dentro. Además, en Fexdega meneaba la pierna una marabunta, y eso también cuenta. «Las canciones de toda la vida son buenas para cantarlas a grito pelado en grupo», escribe nuestro buen Wilson hacia el final de su ensayo. Pues ya está, sin más. La mayoría de la comunicación con el público se desarrolla en gallego, lo que eleva diez puntos la nota. Un amigo, entusiasmado, proclama entre bote y bote que Panorama debería estar en Eurovisión. ¿Por qué no? No creo que contribuyese a meter a Israel en cintura, pero pagaría por verles el careto a los rancios e interesadísimos miembros de la UER ante semejante torbellino. Aquí los botarían.