Emilio Barreiro, el elegante hombre bueno

CAMBADOS

MONICA IRAGO

Fue concejal en Ravella, y profesor en Bamio y Carril, pero ante todo un tipo magnífico

20 jul 2018 . Actualizado a las 22:25 h.

Ha llovido ya desde la última ocasión en que pude charlar con Emilio como el hombre merecía. Recuerdo aquella tarde perfectamente. Coincidimos en el bar A Perla, frente a la redacción de La Voz. Hacía calor en aquellos últimos días de julio del 2011. Mónica y yo teníamos una misión entre manos: acceder a un par de furanchos de los de verdad. Nada de postureo ni de restaurantes de tapadillo. Un loureiro con su vino, su clientela, su hule y para de contar. Un par de palabras bastaron para liarlos a él y a su sobrino Diego en la aventura. Emilio dudaba de que tales lugares existiesen todavía en el casco urbano de Cambados. Pero cayó de la burra y brindó con un tinto que, proclamó, «está de carallo».

Poco después la memoria comenzó a fallarle y los recuerdos se fueron yendo lentamente, con el mismo ritmo perezoso pero implacable con el que el sol se hundía en el mar de Arousa aquella tarde de verano. Ayer Emilio dio el paso final de un viaje que había comenzado mucho antes. Los últimos años los pasó al amparo de su familia, que lo cuidó como se cuida a un niño. Tal vez no se acordase de ti al cruzaros en cualquier esquina, paseando con Dani o con Pilar, pero, elegante y planchón hasta el final, era capaz de estrecharte la mano y de estamparte un par de besos mientras aseguraba con solemnidad: «Estás como siempre».

A Emilio Barreiro, que en realidad era de Rubiáns, lo asociará Vilagarcía para siempre con Carril. No es de extrañar. Dio clases en la academia Enot para, a continuación, ejercer como maestro en Bamio en un tiempo en el que el tejado de la escuela se les venía encima a él y a los chavales. No dudó en enfrentarse con el alcalde de la época, en pleno tardofranquismo, para exigir un colegio digno. Cuando se inauguró el Rosalía de Castro, allá estuvo él. En 1993 se integró en el gobierno local, sustituyendo a Cora Mouriño, en el primer mandato de Javier Gago. Siempre preocupado, hizo un poco de todo. Tráfico, turismo, industria... Impulsó la creación de Protección Civil y la primera perrera de Pinar do Rei. También la construcción del actual recinto de Fexdega. No le tembló el pulso cuando se negó a votar la licencia de los depósitos de Ferrazo. Fue el único concejal socialista que lo hizo y jamás se arrepintió de ello. Cierto policía quiso crucificarlo a cuenta del célebre camión de bomberos que circuló sin placas de matrícula. Ni siquiera ese absurdo trance pudo con él. Fue absuelto.

Lo que tal vez algunos desconozcan es que Emilio participó en la refundación del PSOE de Vilagarcía, en 1969, junto a Seso Giráldez, Celso Callón, Santiago Ferreira y Antonio Pedrido. Su carné era el número trece. Detrás de su sonrisa de seductor y sus maneras desenvueltas habitaba un socialista de corazón. Un tipo magnífico. Aquel verano del 2011 escribí que al callejear por Cambados al anochecer daba la sensación de que Cunqueiro y Cabanillas paseasen silbando dos pasos por detrás. Habrá que añadir un tercer compinche a ese grupo ilustre. Alguien capaz de hacerlos reír mientras buscan el último loureiro que siga abierto.