«La Iglesia no se ha democratizado, vive una etapa fatal y no está a la altura»

CAMBADOS

M.MORALEJO

Benito Santos es cura obrero y fue minero, albañil, soldador en Ascón y Citroën, celador y enfermero

03 jul 2022 . Actualizado a las 20:29 h.

Minero, albañil, empleado de imprenta, soldador, celador, enfermero... Benito Santos (Corvillón, Cambados, 1939) es cura, jesuita, pero sobre todo cura obrero, de casco y pico en las minas de carbón de Sama de Langreo, de once horas diarias en el tajo de la construcción, de los astilleros vigueses de Ascón y Citroën. Un cura rojo, como se les denominaba a los sacerdotes más inquietos cuando la dictadura boqueaba y la Transición dejaba al descubierto las miserias laborales de la industria masiva. «Fui el primero de la lista de despidos en Ascón», dice con la ligera sonrisa que traza la misma boca de la que salen con tranquilidad y aplomo argumentos que le hicieron ser más temido por los empresarios que los efectos del griterío de muchos de los que empuñaron el megáfono.

«En el segundo año en las minas nos juntamos veintitantos curas de distintas órdenes», dice para eludir siempre protagonismo. «Un cura obrero es una persona más mentalizada, más marcada por su tiempo y por buscar soluciones a los problemas, por reclamar condiciones de trabajo seguras y dignas y que los salarios estén a la altura. Fuimos un revulsivo al sindicalismo y a esa dormición que tenían las empresas en las que la gente se contentaba con lo que había tenido siempre».

Todo empezó cuando en 1967 siete aspirantes a curas quisieron vivir en Madrid el mundo del trabajo «con las mismas opciones, las mismas necesidades y aspiraciones de los demás, auto financiándonos y dejando de ser hijos de papá», dice Santos pese a que nació y vivió en una casa en la aldea cambadesa de Corvillón que tardaría en cubrir el suelo de tierra, pues el campo daba para lo que daba al acabar la guerra.

«Un cura obrero es lo más cercano a las enseñanzas de Jesús», acepta. «Él era un hombre liberador de toda esclavitud», señala justificando el objetivo de sus compañeros de exigir dignidad laboral. «Supone muchos riesgos», advierte tras relatar que le despidieron de una empresa del Opus, una imprenta, por hacer una labor sindical básica, por reclamar libre la tarde del Jueves Santo. «Hablas con un aplomo que en tres meses te haces con la empresa. Ni pisar aquí más», me advirtieron.

Se libró de alguna paliza policial «por los pelos, yo que era pacifista, hablaba claro, pero pacifista». Con toda su experiencia y batallas, Benito Santos llama a replantearse todo, la vida, los derechos humanos, el bien común, a no conformarse.

Su mente y verbo es lúcido, sin tabúes. «Había jesuitas aquí que echaban los dientes contra nosotros, acusándonos de meternos en política. En los astilleros Ascón tuve cierto protagonismo, no buscado, pero real, y les parecía muy mal. Tenían otro concepto de convivencia», sigue mientras lamenta que en España los curas obreros hayan desaparecido y solo siga un reducto en Francia. Los que quedan se han hecho mayores, no hay vocaciones y no hay recambio, va explicando desde la comunidad de los Jesuitas en Vigo que este verano se verá reducida a cinco hermanos tras la marcha de cuatro de los que aún quedan. «La Iglesia no se ha democratizado lo suficiente, ni actualizado, no se ha puesto al nivel de la evolución de los tiempos», concede, concretando que no ha sabido adaptarse al lenguaje del momento, a la sociedad actual. «No te entienden», estima respecto a la normativa lectiva clásica de la religión.

«La iglesia está pasando un momento fatal, no está a la altura, está a un nivel de culto, pero no sociológico de hacerse cargo de la realidad. Por ejemplo, de hacerse cargo del abuso sexual a menores. Eso es terrorífico, un cáncer», dice elevando ligeramente la voz y la vista.

«La Iglesia va a pasar un desierto terrible. La ética y la moral no se improvisa», advierte a los religiosos mientras reniega que escándalos como el de los abusos se haya optado mayoritariamente por «tapar y ocultar hasta que ahora se ha puesto encima de la mesa. Pero tenemos muchas que pagar y va a costar. La Iglesias va a quedar reducida a la mínima expresión a la espera de tiempos mejores».

«‘Armen lío, armen lío'», toma las palabras del papa Francisco, «no para hacer el tonto, sino para hacer ver que estamos aquí, que tenemos algo que aportar», explica, mientras mantiene que la actitud de este papa dejará huella, aunque lo sustituya uno de extrema derecha.

Santos se muestra preocupado justamente por el avance de ese postulado político, «porque es una vuelta atrás y va a ser un freno en el proceso de evolución social, porque la extrema derecha lo que quiere es mantener los resortes del poder y los beneficios del poder y no le pesa nada el bien común, el bienestar general ni la dignidad de la persona».

Él llegó a ser candidato a la alcaldía de Vigo en el 2014 con una de las formulaciones que hizo emerger el 15-M, pero que no cuajó por la sempiterna división de la izquierda, que lamenta.

Álbum familiar

EN DETALLE

-¿Primer trabajo?

-Peón de la construcción en Madrid, al final de los años sesenta. Después trabajé en la mina de Sama de Langreo y en una imprenta del Opus, de la que me echaron tras exigir que nos dieran libre la tarde del Jueves Santo.

-¿Causa a la que se entregaría?

-A todas las personas necesitadas de ayuda y apoyo.