Pili preside la Sociedade Galega de Cetrería, cuya directiva está formada solo por mujeres en un mundo tradicionalmente de hombres
22 nov 2021 . Actualizado a las 21:57 h.La culpa fue de Víctor, su hijo. A los doce años le entró el gusanillo de los pájaros y acabó enganchándose toda la familia: sus padres, Pili y Suso, y su hermana Eva. Dieciocho años después, la saga Lama-González se ha convertido en un soporte importante de la Sociedade Galega de Cetrería, no en vano la matriarca, Pilar, ocupa la presidencia. Hace cuatro años recogió el testigo de Dolores y ahora pide el relevo al frente de una directiva que está compuesta exclusivamente por mujeres: Pili, Loleta, Mary, Eva, Noelia, Mabel, Fabi y Pacucha. Presumen con orgullo de ser «posiblemente, la única o de las pocas juntas directivas exclusivamente femenina a nivel nacional», y es que la cetrería sigue siendo, mayormente, cosa de hombres.
La mayoría de ellas llegaron a este mundillo siguiendo la estela de sus parejas, pasando de ser meras espectadoras a llevar las riendas de la sociedad. Noelia y Mary fueron más allá y se federaron. Pili no está hecha para la competición, pero eso no quita que a veces se ponga el guante para lanzar a volar a alguna de las tres águilas de Harris que tiene en casa. Su primera vez fue hace una década, a los cuarenta, y la curiosidad dio paso a una afición que llegó para quedarse. «Verlos volar es precioso, las aves rapaces dan sensación de libertad», explica.
La cetrería puede convertirse en una pasión que moviliza, solo al amparo de la sociedad gallega, a 110 personas. Algunas de ellas acudieron ayer a Meaño para participar en una de esas jornadas concebidas para dar a conocer esta práctica entre el público y favorecer el encuentro entre los aficionados, ahora que las aves han acabado la muda y comenzó la época de vuelo. La cetrería es un espectáculo y un regalo para los sentidos, pero tiene también aplicaciones prácticas en los aeropuertos y puertos y en el control de plagas en la agricultura.
Como es lógico, Pili defiende a capa y espada esta actividad y recuerda que en el 2010 fue declarada patrimonio cultural inmaterial por la Unesco, por eso no entiende las limitaciones que, a su juicio, impone Ley de Caza ni comparte las reticencias de algunos cazadores, que ven en las rapaces unos competidores a la hora de hacerse con las presas en el monte. «Pero eso no es cierto, porque estas aves no cazan», apunta Pili.
Que se lo digan a ella, que tiene que comprar kilos de carne para alimentar a los cuatro comensales que tiene en su hogar: tres águilas de Harris y un azor. «Porque no comen salchichas», apostilla. La manutención, a base de conejo, faisán, perdiz, pollo o codorniz, es un gasto fijo, pero hay otros. Hacerse con una de estos ejemplares no resulta barato; su precio oscila entre los 300 euros que puede valer un águila de Harris a los 2.000 ó 3.000 euros llega a costar un halcón.
En Galicia hay varios puntos (núcleos zoológicos) en los que se pueden adquirir unos animales que siguen perteneciendo al mundo salvaje aunque lleven siglos conviviendo con el hombre. Se pueden adiestrar pero no domesticar, apunta Pili, que sabe bien como se las gastan estos amigos de altos vuelos. En una ocasión, su azor Soldón los tuvo en vilo durante día y medio porque en una de las salidas por el monte decidió quedarse y pasar la noche a la intemperie. Acabó volviendo a casa porque el hambre es una razón muy poderosa.
Exhibición en Meaño
De éxito calificó Pilar González la jornada de cetrería celebrada ayer en Meaño. «Vino más gente de la que esperábamos». El reclamo era poderoso; una exhibición en la que participaron 24 aves entre las que hubo águilas, por supuesto, y también halcones, gerifaltes, peregrinos y cárabos. No faltó a la cita Ignacio Orge García, vecino del municipio arousano, que viene de hacerse con el campeonato gallego en la modalidad de pequeñas aves celebrado recientemente en Xinzo de Limia. La próxima competición será el 15 de enero en A Coruña para disputar la copa correspondiente a esa provincia.