Un año sin saber por qué se ha quedado ciega de un ojo: «Te acostumbras, qué remedio, pero el día a día se llena de obstáculos»
![Rosa Estévez](https://img.lavdg.com/sc/QfnBVc_xOUjd7jXgLViLlecCkRY=/75x75/perfiles/186/1623687345792_thumb.jpg)
VILAGARCÍA DE AROUSA
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Hace un año, una vilagarciana vio como su ojo izquierdo dejaba de funcionar; sigue esperando a que se aclare la causa de la neuritis óptica que padece
27 abr 2023 . Actualizado a las 20:12 h.Susana es un nombre imaginado para una mujer real. Una mujer menuda en la que se adivina esa fortaleza de quien ha crecido sin miedo a la vida y a todos sus trabajos. Pero hasta las personas más fuertes acaban, en ocasiones, doblegadas por las circunstancias que vienen mal dadas: Susana está ahora levantándose tras afrontar, hace algo más de un año, un golpe difícil de encajar, la pérdida casi total de la visión en su ojo izquierdo. La neuritis óptica, una enfermedad de la que nunca había oído hablar, iba a cambiarle la vida.
Todo empezó en junio del 2021. Así lo recuerda ella, que no tiene pruebas, aunque tampoco dudas, sobre el origen de esta ceguera inesperada: la atribuye a la primera dosis de la vacuna contra el covid. «Me la pusieron en junio del año pasado», recuerda. Enseguida comenzó a sufrir sangrados en el lazo izquierdo de la nariz, a los que no dio mayor importancia porque estaba con un proceso catarral. Pero Susana comenzó a angustiarse cuando, de repente, una especie de niebla pareció instalarse en su ojo izquierdo: su mirada se iba empañando poco a poco y eso la llevó al médico de cabecera. De ahí fue derivada al neurólogo, un profesional al que «pongo en un pedestal»: «Se volcó desde el primer momento, me hizo un montón de pruebas» y llegó a un diagnóstico desalentador. «Me dijo que tenía neuritis óptica».
Susana ya había perdido el 99,5 % de la visión en su ojo izquierdo. Su vida se había quedado a la mitad, su día a día se había complicado de forma directamente proporcional a la capacidad perdida. «He tenido que ir aprendiendo de nuevo a hacerlo todo», explica esta valerosa mujer, que recuerda su frustración cuando, al inicio de este tortuoso camino, «todo era un reto. Hasta echarme el agua en un vaso, porque la tiraba por fuera. Ahora tengo que agarrar el vaso, tocarlo y llevar la botella hasta él», explica. En su casa, que conoce como la palma de su mano, sigue tropezándose con los marcos de las puertas. «Tengo muchos problemas para medir las distancias, no las calculo bien», dice.
Esta ceguera inesperada le llegó a Susana cuando estaba de baja por un serio problema de espalda, por el que tenía reconocida una incapacidad del 33 %. Tras perder la visión en su ojo izquierdo, su nivel de incapacidad creció hasta un 56 %. «No le dan mucha importancia, es como si no fuese gran cosa», explica ella, que ha reclamado una incapacidad total para el desempeño de su trabajo habitual. «Yo trabajo en una fábrica, en el departamento de limpieza, tengo que subir y bajar escaleras continuamente... ¿Cómo voy a poder hacer mi trabajo si no veo lo que pasa a mi izquierda. Puedo tener a alguien a mi lado y no me entero», relata.
De momento, su solicitud de una incapacidad total ha sido rechazada por la Administración. Susana lo cuenta y en su rostro se dibuja una sonrisa amarga. Y es que si algo le ha dolido en todo este proceso es la falta de empatía con la que se ha encontrado en demasiadas ocasiones. Como cuando fue a pedir que le prolongasen la baja laboral: «Seguía fatal de la espalda, acababa de perder la visión en un ojo, y el sustituto de mi médico de cabecera, sin siquiera abrir mi expediente, me dijo: ‘Señora, con sus años lo que tiene usted que hacer es ir a trabajar’. Me costó que no se me saltaran las lágrimas, pero le dije que antes de juzgarme, mirase mi expediente. Cuando por fin lo hizo me dijo que tal y como estaba, era mejor que pensase en jubilarme... Ese tipo de cosas, la verdad, duelen mucho». Afortunadamente, no todos los médicos que se han cruzado en su camino han sido así, todo lo contrario. El neurólogo y otros especialistas que llevan su caso le han realizado todo tipo de pruebas, y siguen en ello.
«Me hicieron punciones, tacs, análisis... Descartaron que la neuritis fuese por sífilis, gonorrea, tuberculosis, tumores de todo tipo...». Aún quedan algunos sospechosos habituales, como la esclerosis múltiple, por eliminar de la lista. Pero Susana está íntimamente convencida de que todo está relacionado con la vacuna del covid.
En todo caso, la menuda pero valerosa protagonista de esta historia seguirá buscando la verdad y lidiando con un miedo que la acompaña día y noche. «¿Y si pierdo la visión del otro ojo? ¿Y si me quedo ciega de todo? Entonces si que no sé qué haría».