Pedir la vez para La Voz

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre EL CALLEJÓN DEL VIENTO

VILAGARCÍA DE AROUSA

MONICA IRAGO

En Arousa, el hábito del café con gotas y noticias está asentado sólidamente en los bares

30 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En Galicia, leer el periódico en papel no se considera un acto estrafalario. Y en Arousa, este hábito del café con gotas y noticias está asentado tan sólidamente que los bares y cafeterías siguen teniendo sobre la barra un par de diarios por lo menos. Esa buena costumbre, sin embargo, se ha perdido en muchos hoteles, donde antes de la pandemia, a la entrada del salón de desayunos, podías coger La Voz y pasar el mejor momento del día en compañía de buen periodismo porque, desde la distancia y sin pasión, en nuestra comarca se hace muy buen periodismo.

Lo malo del buen periodismo es que alarga la lectura de los diarios y eso provoca la impaciencia de la clientela, que, como en la carnicería o la farmacia, emplea el viejo método de pedir la vez: «¿Quién es el último o la última para La Voz?». Para agilizar la lectura del periódico, en la cafetería de la Casa de Cultura Pintor Lloréns de Sada han tenido la idea de colocar, junto a los periódicos del día, un cartel con el fin de que los diarios en papel roten.

«Los clientes que tarden 20 minutos leyendo el periódico de la casa tendrán que leerlo en voz alta para que los que están esperando se enteren», dice el anuncio y no sabemos si es efectivo, pero sí es ocurrente. En Vilagarcía, solemos utilizar tácticas más directas, aunque no menos sutiles, como mirar fijamente al lector cuando levanta la vista, preguntarle si ha terminado cuando se pone a hablar con sus compañeros de mesa o dirigirnos al camarero en voz alta para pedirle que si hay algún periódico libre, nos lo pase. Eso se llama intimidación, pero funciona. Aunque hay auténticos apasionados del papel que, no contentos con leer las noticias, rellenan los crucigramas, las viñetas de los siete errores y el sudoku. Con esos no valen carteles, miradas ni estrategias agresivas. Es mejor cambiar de bar.

Otra peculiaridad de los bares de Vilagarcía es que sabemos perfectamente quiénes son los clientes que se demoran en la lectura y quiénes son de hojeada veloz y ojeada de titulares. Es más, si entramos en nuestro bar y vemos al lector lento en una mesa con nuestro periódico favorito, nos vamos a otro porque, afortunadamente, aquí somos muchos los periódico-adictos a quienes no nos sabe igual el café si no lo acompañamos con olor a tinta y sabor a actualidad bien contada, bien interpretada y bien comentada.

Es una pena que esto pase en Galicia, pero no suceda así en otras muchas regiones. Aquí, aún resisten 10 periódicos locales y regionales, empezando por este, La Voz de Galicia, el más importante de los diarios regionales españoles y el tercero con más difusión en España de entre los periódicos generalistas según el último EGM.

Prácticamente, uno de cada tres gallegos lee el periódico. Pero en otras regiones, solo uno de cada diez ciudadanos dedica un rato a las noticias en papel. Quizás sea ese dato uno de los más interesantes para que las ilusiones resistan y el optimismo aguante. En Arousa, llevar un diario debajo del brazo es habitual. Y que haya bares en Vilagarcía con seis periódicos diferentes a disposición del lector es un síntoma de civilización superior.

Cuando estoy fuera de Galicia y cojo cada mañana el bus urbano, soy el único que lleva un diario en papel y lo lee en el transporte público. Debajo de casa, paran el número 3, que va al campus universitario, y el número 5, que va al polígono industrial. Solo algún día sube un trabajador del polígono con un periódico. Pero nunca he visto a un estudiante leyendo en papel las noticias. Los jóvenes esperan el bus y viajan en él absortos en el teléfono móvil. Hace pocos años, esa imagen se hubiera considerado ciencia ficción o eso tan de moda llamado distopía. Hoy es una imagen tan extendida que asombra: llevo meses esperando el autobús y nunca he visto a ningún estudiante que no consulte el móvil. Y dentro del vehículo, más de lo mismo. Nadie habla, ni tan siquiera comentan los vídeos de Tik Tok o los reels de Instagram. Es todo ensimismamiento, hermetismo, cerrazón.

A mí, me parecen zombies, distópicos, robots… Y sé que para ellos soy un señor extravagante y viejuno que todavía se informa leyendo periódicos y disfruta con su tacto y con esa primera sensación de la mañana del diario sin arrugas, liso, como planchado… Un placer, un lujo asequible que en Galicia y en Arousa se aprecia más que en otros sitios. Aquí, leer periódicos no es bizarro, es normal.

En el tiempo de los maestros corresponsales (Monedero, Malófer, Gallego Pilar, Quintáns), a los que había que sumar a Lito, la prensa regional dedicaba un cuarto de página a Vilagarcía. Aparecían dos o tres breves, que leíamos con auténtico fervor. Eso cambió a mediados de los 80, cuando se lanzó la edición de Arousa de La Voz de Galicia, que demostró el ansia de noticias cercanas que teníamos en la ría. Otros diarios sumaron páginas locales y el final de esta historia se puede comprobar cada mañana en los cafés: no hay carteles como en Sada, pero se sigue pidiendo la vez para leer La Voz.