Del impuesto amoroso al atraco del hospital

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MARTINA MISER

La historia del aparcamiento en Vilagarcía está llena de curiosidades, anécdotas y picardías

12 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia del aparcamiento en Vilagarcía es tan intensa como divertida. El tema está de moda por la indignación que provoca entre los usuarios del Hospital do Salnés el tener que estacionar su coche en uno de los párkings más caros de Galicia. Ahí es nada: tres euros la primera hora cuando en el hospital de Santiago cuesta 2.40 y en el de Vigo cuesta menos de un euro la primera hora.

El aparcamiento privado del Hospital do Salnés no está en el término municipal de Vilagarcía, sino en el de Vilanova de Arousa, cuyo concello autorizó a finales del 2020 su acondicionamiento actual. En los aparcamientos de pago del centro de Vilagarcía no se llega ni de broma a esa cantidad en la primera hora: 1.40 euros en O Cavadelo, 1.50 en el Centro Comercial Arousa, al igual que en Marina Vilagarcía y 1.80 en el párking de la plaza de España.

En Vilagarcía, hace 30 años, se aparcaba en cualquier sitio: el muelle de pasajeros, el centro de la ciudad, todo O Cavadelo… Aquello era un despropósito, pero cada vez que se tomaba una medida para poner orden en el estacionamiento, había protestas y quejas, en algunos casos extravagantes e incomprensibles.

Todo empezó en junio de 1993, cuando se cerró al público el párking de la Casa del Mar, que hasta ese mes había sido libre y contaba con 30 plazas. A partir de ese momento, solo podían estacionar allí los trabajadores. Es verdad que había algunos enchufados, sobre todo en el horario de tarde, pero eso no justificaba la indignación popular ante aquel cierre.

Ese año, se puso de moda el pitorreo del llamado «impuesto amoroso», que era una imposición que se barajaba en el puerto para que pagaran las múltiples parejas motorizadas que utilizaban la explanada portuaria para sus devaneos amorosos. Desde que se estrenó la explanada a mediados de los 80, había sido utilizada por los Max Verstappen románticos para impresionar a sus parejas a base de acelerones bruscos, frenazos imprevistos, giros a contrapié y patinajes sobre gravilla.

Tras la fase de excitación motorizada, sobrevenía el momento romántico y todas las noches se distinguían decenas de utilitarios en la llanura mirando al mar. Ante el éxito del párking erótico, se llegó a proponer la creación de un impuesto amoroso para las pa­rejas motorizadas y hasta cir­cularon octavillas anónimas ensalzando el nuevo atractivo romántico de Vilagarcía y culpando de ello a Celso Callón. Pero el entonces jefe de los puertos de Marín y Vila­garcía se puso serio y estrecho: cerró la verja portuaria al llegar la no­che, las parejas se quedaron sin el reservado urbano y ordenó poner multas a quienes hicieran trompos y derrapajes en la explanada.

La verdad es que el territorio comanche que se extendía entre el muelle de O Ramal y el río del Con fue durante años un espacio desolado con el que los vilagarcianos no sabíamos qué demonios hacer. Eran terrenos que le habíamos robado al mar y durante años fueron una explanada desértica junto a los muelles, una especie de corralón con horribles galpones, un erial de barro y lodo rodeando un campo de fútbol y, sobre la desembocadura del río, un prado con basura dispersa donde acampaban los nómadas. Parte de ese terreno funcionó, incluso, durante 1986, como inaudito vertedero municipal de basuras.

En 1997, no hace tanto, se impuso, por fin, la voluntad política de ordenar ese espacio y llegar a lo que hoy conocemos: aparcamiento disuasorio junto al Ramal, parque, auditorio, locales de hostelería, cines, Mexillón, Hacienda, juzgados, policía y ya estaban Comandancia, que será Centro de Salud, Autoridad Portuaria, Casa del Mar… y, además, el párking privado, que, por cierto, fue levantado por un consorcio de ilustres constructores (uno de ellos, Mesejo, ha fallecido esta semana) con una particularidad: por primera vez en muchos años se constituía una sociedad en Vilagarcía que era comentario popular a pesar de no estar detrás la larga mano de Pablo Vioque.

Ese mismo año de 1997, se inauguraba el hotel Castelao que tenía un párking público en el que cobraban 125 pesetas la primera hora y en octubre saltaba el escándalo recaudador de la leira-párking de la fiesta de San Simón: ¡300 pesetas estacionar! Dos años después, con el aparcamiento privado de O Cavadelo levantándose, volvían las quejas porque era un mamotreto horroroso (lo sigue siendo), urbanismo feo y duro que ya estaba presente en A Xunqueira y el río del Con frente a las recuperaciones sensibles que se podían ver en O Carballiño o Allariz. Recuerdo que los turistas, al ver aquel extraño párking-galpón, preguntaban extrañados: «¿Pero eso qué es?».

Lo cierto es que el párking de O Cavadelo fue un éxito, más con la peatonalización del centro. Hoy, Vilagarcía de Arousa es una ciudad que tiene bastante bien resuelto el tema del aparcamiento con la creación de varios párkings disuasorios en diversos puntos de la ciudad que, salvo en fechas muy señaladas (combate naval, días veraniegos de mercado, cabalgata de Reyes), pueden absorber el aluvión de coches siempre que los conductores no pretendan llegar con su vehículo hasta el mismísimo mercado, hasta la playa-mirador frente al Combate, hasta las barbas del rey Melchor.