Una noche de verano y una buena película de aventuras se convirtieron en los ingredientes fundamentales para atraer a centenares de personas a la plaza del Cantón da Leña en A Pobra. La organización, que había colocado unas 150 sillas poco antes del comienzo del filme, tuvo que poner otras 100 ante la afluencia de vecinos y visitantes que no quisieron perderse la oportunidad de disfrutar de una noche de cine al aire libre.
Aunque la exhibición estaba programada para las 22.30 de la noche, antes de las diez decenas de niños se entretenían jugando con globos o comprando gominolas en el kiosco de la plaza, mientras padres y abuelos cogían los mejores asientos frente a la gran pantalla que se situó junto al museo Valle-Inclán.
Nada mejor que las palomitas y las pipas para picar en la hora y media que duró la película. Algunas familias aprovecharon, incluso, para cenar un bocata o alguna hamburguesa mientras disfrutaban con las peripecias de Nicolas Cage y compañía. Y es que la organización tenía prevista una noche de cine para toda la familia y estas fueron las que llenaron las sillas de la plaza.
Entre los asistentes pudieron verse algunos rostros de autoridades de la villa, como la concejala de Cultura y la técnica del mismo departamento, que comentó que tuvo que pedir que se pusieran más sillas. «A verdade é que veu moita xente. Menos mal, porque é a primeira vez que se pode proxectar unha a película ao aire libre este verán», afirmó. Y es que, debido a las desavenencias del tiempo de las últimas semanas, todos los filmes que se emitieron dentro de la iniciativa de Noites de Verán tuvieron que exhibirse bajo techo, concretamente en el cine Elma.
Encaramados
Los que llegaron tarde, no tuvieron más remedio que coger algún punto cerca de la pantalla o en la farola que está en el centro de la plaza. A las 22.33 horas se apagaron las luces y el silencio inundó las filas de sillas. Solo se escuchaban algunas voces: «Que empieza», que susurraban las madres a sus pequeños.
Durante una hora y media, con un pequeño descanso para cambiar el rollo de cinta, el cine se apoderó de la noche pobrense y de las almas de los espectadores, que no apartaron la mirada de la pantalla. Quizá porque la película se caracterizaba por la aventura y el entretenimiento o quizá porque la figura de Valle- Inclán controlaba atentamente la escena.