Blanco

Maxi Olariaga LA MARAÑA

BARBANZA

28 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

T No hace mucho charlé con un periodista. Un buen periodista. Un buen amigo. Como sabe que escribo un par de artículos por semana en este diario, me preguntó si nunca me había sucedido el desagradable y desafortunado ataque de pánico ante el papel en blanco. Le contesté la verdad. No. Sé que existe, sé que hay quien lo padece y he oído incluso la desgraciada historia de más de uno que terminó en un psiquiátrico cazando mariposas en invierno. Por ahora no es mi caso. Dios me libre de que algún día se apodere de mí el virus Nicholson.

Cómo no recordar la memorable secuencia del filme de Kubrick, El resplandor, en la que Jack Torrance (Jack Nicholson) un novelista que había perdido la inspiración, se encierra en un hotel con su familia para cuidar de su mantenimiento mientras permanece vacío en la temporada invernal. Su objetivo no es otro que, en la soledad y tranquilidad de aquel retiro, lograr su obra maestra. Se pasa las noches escribiendo hasta que su esposa descubre cientos de páginas en las que una y otra vez se repite: «Solo trabajar y no jugar hace de Jack un chico aburrido». La frase con cambios de letra, puntuación y subrayados, no anuncia otra cosa que la obsesión que precede a la locura.

No quiero verme en ese trance y prefiero olvidar la escritura antes de que esta me olvide a mí. Escribir por ahora se me hace fácil, me libera y me deshollina la chimenea del alma. Tampoco pretendo llegar a la excelencia. Todavía, le dije a mi amigo periodista, me conformo con la dulce sensación que produce un buen vino, un beso o una puerta que se abre cuando siento que la soledad me acecha.