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La imposibilidad de realizar obras en la zona hace que la instalación no se pueda conservar con facilidad
09 may 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Atada de pies y manos. Así se encuentra la directiva del Olveira Club de Fútbol en lo referente a su feudo, el campo de As Dunas. «No tenemos margen», apunta su presidente, Raúl Ibáñez, conocido como Sevillano. El terreno de juego está dentro de la zona protegida del parque natural de Corrubedo, lo que bloquea cualquier obra, impidiendo así que se solucionen diversos problemas que arrastra la instalación.
El inexorable paso del tiempo juega en contra del club. Se aprecia desde un primer momento, ya que se puede acceder al terreno de juego sin necesidad de sobrepasar por el portalón de entrada. En una esquina, el muro perimetral, derruido en parte, permite que cualquier extraño entre en el campo. Lo saben bien los responsables, que ya han vivido varios robos en los últimos años.
La legislación también frenó la construcción de un pequeño alpendre, que se ha convertido en un inmenso cajón de sastre. «Queríamos arreglar los vestuarios, pero es imposible», apunta Sevillano, que confirma que la pérdida de apoyo por parte de los vecinos de la aldea ha afectado económicamente. «Hace falta ayuda, es importante que la gente venga al campo».
Incluso la naturaleza se ha puesto en contra del Olveira. Los jabalíes se convirtieron durante buena parte de la temporada en los espectadores que más visitaban el campo. Con el parque natural a centímetros, los animales se colaban continuamente en el recinto, destrozando todo a su paso.
Pocas soluciones
La falta de manos impidió también que el terreno de juego de As Dunas luciese su mejor versión. «Desde que terminaron las lluvias está muy bien», apunta el presidente, quien se encarga directamente de alisarlo antes de cada entrenamiento y partido. Sin embargo, todo ese esfuerzo no es suficiente, ya que la maleza no dejar de crecer a los costados.
Por el momento la cantina se salva de todas las inclemencias que siempre arrastra el paso del tiempo. La única excepción es la puerta del almacén, que se encuentra completamente reventada después de que los ladrones visitasen el lugar y no deparasen en tirar de fuerza bruta para llevarse todo lo que encontraron a su paso.
No tuvieron la misma suerte unos pequeños asientos a pie de campo, que empiezan a ser devorados por las zarzas. Pasa algo similar con un pequeño galpón con una barra, que se ha convertido en un almacén de maquinaria.
A pesar de todas las trabas, el Olveira seguirá saltando al rectángulo de las dunas con la misma ilusión que cada fin de semana. «No pensamos en marcharnos, no tendría sentido. Por el momento tenemos agua caliente para ducharnos y una botella para los jugadores», apunta Ibáñez.