Estamos en el año 2017. Toda la parrilla de los medios está ocupada ¿Toda? ¡No! Una franja de treinta minutos poblada por irreductibles tarados resiste todavía y reta al invasor. Me refiero al nuevo estado de Moderdonia, fundado en los límites del humor del programa La vida moderna de la cada vez más antigua Cadena Ser.
Sigo a estos tres majaras desde el día uno y reconozco que me alegra y sorprende a partes iguales comprobar que se mantienen en antena. Los cómicos David Broncano, Quequé e Ignatius Farray han demostrado ser el Leicester de la Commedia. Somos legión los seguidores que acudimos a reírnos de esta vida maldita cada noche junto a ellos. Capaces de entrevistar al presidente de la Fundación Francisco Franco o a Álvaro de Marichalar, alias el Náufrago, nos demuestran algo que en este país muchos llevan obviando mucho tiempo: somos ciudadanos libres y tenemos derecho a reírnos de lo que nos plazca por incorrecto que parezca.
Este trío ha sido capaz de aglutinar a tres o cuatro generaciones riéndose de las mismas cosas. Ha logrado que los que tenemos cuarenta confraternicemos con los que tienen veinte. El histriónico Ignatius Farray (hermano siamés del magnífico personaje de la aún más magnífica novela de J. K. Toole) ha enseñado a los jóvenes confusos que los nacidos en los setenta podemos estar aún más pirados que ellos. Quequé aprovecha sus minutos entre el cancaneo y la lucha soterrada, y Broncano se encarga de azuzar o paliar con maestría según vengan las aguas.
De obligado seguimiento para no volverse loco en este condenado país.