Hoy me declaro morosa

María Xosé Blanco Giráldez
M. X. BLANCO CRÓNICA

BARBANZA

19 nov 2017 . Actualizado a las 13:38 h.

Pese a que hasta el momento he pagado religiosamente mis facturas, llevo 15 días sin teléfono fijo en casa y, lo que es peor, sin Internet. Pero no, tener los datos del móvil agotados y a los peques hartos de no poder ver vídeos ni actualizar el Musical.ly no es lo peor del caso. Lo triste y desesperante es no tener a quién reclamar, no encontrar a dónde dirigirme para que mi queja sea escuchada y, sobre todo, atendida de una vez por todas. Eso sí, tengo que reconocer que en estas dos semanas he hablado por teléfono más que en los seis meses anteriores y en llamadas que han recorrido medio mundo. Me han respondido desde Vigo, desde Madrid, desde Valencia, desde Sevilla… y en muchas ocasiones incluso con un acento que me invitaba a pensar que mi llamada estaba cruzando el charco. Y qué decir de los mensajes tranquilizadores con los que han regalado mis oídos: «Tiene usted toda la razón del mundo en estar molesta», «lamentamos mucho los inconvenientes que le estamos ocasionando», «estamos encantados de atender su solicitud». Hasta un «por supuesto que este tiempo sin servicio no le será incluido en la factura» he llegado a escuchar. Incluso encuestas de calidad he tenido el gran placer de contestar. Lo más.

La aventura sería idílica si no fuera por varios pequeños detalles. El primero, los 200 minutos de mi tiempo, que he perdido en llamadas a los departamentos de atención al cliente y al servicio técnico en estos 15 días. El segundo, las respuestas contradictorias obtenidas: que si es un problema en la central, que la avería está en la línea de la calle, que es necesario que un técnico acceda a la vivienda y vuelta a empezar. Y para rematar, me duermo y me despierto con David Bowie. Su Absolute begginers no sale de mi cabeza. Seguro que muchos saben de lo que hablo. Ese If our love song, could fly over mountains, could laugh at the ocean, just like the films que me harté de escuchar mientras cargaban los datos en un ordenador que debe funcionar con manivela o mientras me iban pasando de departamento en departamento, seguro que para poner a prueba el límite de mi paciencia.

Hoy, después de 15 días, me he rendido. Después de explicar veinte veces el problema que padezco, después de facilitar una veintena de veces mis datos, después de escuchar veinte excusas y después de esperar dos horas a un técnico que nunca apareció, he decidido dar la batalla por perdida. Ni siquiera la táctica del pataleo que he explotado por teléfono y vía correo electrónico me ha servido más que para recibir un esperpéntico «le recomendamos que se ponga en contacto con el servicio técnico». Agotado el diálogo solo me queda una vía. Hoy, me declaro morosa.