Arrieros somos y al pan, vino

Raquel Iglesias CRÓNICA

BARBANZA

01 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Siempre me ha gustado la gente que conoce y utiliza con maestría el refranero. Cuando cursaba la ESO -porque sí, yo soy de esa generación que se ha sabido buscar las habichuelas a pesar de las críticas que recibió el modelo educativo cuando se implantó-, teníamos un profesor de Lengua Castellana y Literatura que nos animaba a recitar de carrerilla los refranes de la a hasta la zeta. Imagínense nuestras caras el primer día que nos plantó en cada mesa las fotocopias con los dichos y nos encargó su estudio. Éramos adolescentes y no sabíamos por aquel entonces que en aquellas frases residía mucho de la sabiduría popular. «Al pan, pan y al vino, vino» o «Ande yo caliente, ríase la gente» son solo algunos de los que podían leerse en la primera página. Me defendí bien cuando me tocó levantarme del pupitre para exponer esta lección de carrerilla y desde entonces no solo guardo un cariño especial al profesor, sino que me quedo perpleja cuando alguien que no pasa la treintena sabe utilizarlos con corrección.

Con esta introducción venía yo a contar que también por la letra a empieza uno de mis favoritos: «Arrieros somos y en el camino nos encontraremos». Viene a advertir que si alguien nos niega su ayuda, quizá cuando nos necesite ya no estaremos. Se me vino a la mente varias veces en los últimos días. Fue a las puertas del hospital cuando Isabel me contaba que necesitaba un trasplante de riñón por una enfermedad que ya se había llevado a su padre. Varios de sus hijos también han heredado esta dolencia que, con solo nombrarla, ya mete miedo y, aún así, su optimismo era de admirar.

Donar órganos es tan fácil como cubrir un papel y ya lo decía muy claro esta ribeirense: «Cuando estamos bajo tierra de poco nos van a servir». Sin embargo, a la unidad de diálisis del centro asistencial de Oleiros siguen llegando los enfermos y sus familias con historias para no dormir. Reconozco que desde entonces he descargado varias veces el formulario para hacerme donante, aunque todavía no lo he cubierto y el refrán no sale de mi mente.

Lo que también haré más pronto que tarde será ir a ver a mi profesor, para que me recuerde el significado de algunos que no se emplean para nada a la ligera, si bien hay otros que estoy deseando pronunciar. «¡A buenas horas, mangas verde!» será el dicho que utilice cuando, dentro de sabe Dios cuando, se haga realidad la ampliación del servicio de urgencias. Creo que pasarán varias gripes hasta que los barbanzanos puedan ver materializado el proyecto, aunque ya hace más de tres años que los políticos sacaron pecho a sus puertas para decir que los planos ya estaban sobre la mesa. Y se seguirán saturando las instalaciones. Y es que «no hay más ciego que el que no quiere ver».