La vergüenza de ser demasiado listo

BARBANZA

26 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue hace un par de semanas. Dos padres charlaban entre los columpios del parque mientras balanceaban a sus pequeños. Yo hacía lo propio cuando al escuchar su conversación me saltaban todas las alarmas. A juzgar por sus expresiones médicas, parecía que trabajasen en el mismo hospital y uno de ellos explicaba sus deseos de crear una especie de archivo súper novedoso para facilitar el control y el tratamiento de los enfermos de esclerosis múltiple. El otro aplaudía su propuesta y entonces se hizo el silencio. Dos minutos después se echaba atrás al asegurar que no quería parecer el típico listillo de turno. Quise intervenir pero no es el parque el escenario idóneo para este tipo de debates, ni para apartar la vista de un niño. Y me quedé con las ganas. Desde entonces no paro de pensar en dos Cristinas. Una de ellas es la chica que en las últimas semanas contó a La Voz cómo era su vida con esclerosis múltiple. Aunque su optimismo dejó a muchos con la boca abierta, si está leyendo este artículo se pondrá muy triste. Y la verdad es que no me extraña. A mi también se me cayó el alma a los pies.

Este es el país en el que vivimos. Los listos se avergüenzan de serlo y los espabilados no hacen más que presumir de una inteligencia que muchas veces no alcanza los niveles que les gustaría.

Ayer dimitió la otra Cristina, la que se apellida Cifuentes y que fue investigada por el famoso máster. Tuvo que filtrarse un vídeo en el que se la veía intentando hurtar unas cremas cosméticas cuando era vicepresidenta primera de la Asamblea de Madrid para que se decidiese a dar el paso. Y eso que lo de su currículo ya había sido un escándalo lo suficientemente grave para que los que tenemos una titulación similar pensemos que no vale de nada y abandonemos así la intención de cursar alguna otra. Total, a saber cuántos se han apuntado a la moda del máster que no fue exactamente tal cosa. Ella lo borró en su momento de su listado de méritos académicos, otros en su misma situación seguro que lo mantienen. Pero para sacar a la luz todas las irregularidades que puede haber en el mundo de la política se necesitaría a todos los periodistas del mundo con dedicación exclusiva.

Siento pena por las dos Cristinas, aunque no es el mismo sentimiento. También me produce tristeza pensar en todos los alumnos de la Universidad Rey Juan Carlos que siguen acudiendo a clase con sus carpetas creyendo que su máster perderá valor por el escándalo. En una época en la que ser licenciado no es suficiente, ni siquiera dominar varios idiomas o ir a todos los cursos de verano renunciando a todos los planes que debe vivir un joven no sirve de nada; los que nos gobiernan deberían de tener más vergüenza.