De todos los despachos que he tenido la suerte de visitar para la elaboración de estas entrevistas, el del doctor Jesús Herranz (Santiago, 1956, aunque criado en Carballo) es, con diferencia, el peor. «No he querido poner el nombre en la puerta», admite este médico empático, simpático y sorprendente, uno de los mejor valorados de Galicia. Tanto que el año pasado fue uno de los dos gallegos en la lista de los top doctor, que agrupa a los 50 mejores médicos de España según la votación de compañeros y pacientes.
-Para ser «top doctor», hay que tener algo de don de gentes, ¿no?
-Yo tengo dos hijos médicos y mi mujer también es médica. Lo que les intentamos transmitir es que la gente viene por una solución, pero también por un cuidado. Lo mejor que se puede hacer es tratar a la gente como te gustaría que te trataran a ti.
-Estará contento con la elección.
-Es muy agradable que te elijan en una encuesta hecha entre médicos y pacientes. Pero mire, esto es porque en un momento yo estaba arriba de una pirámide donde trabaja mucha gente. Y tampoco hay que darle demasiada importancia a estas cosas.
-Usted sigue haciendo lo mismo que hacía.
-Exactamente lo mismo, ja, ja. Mis pasiones siguen siendo la moto y el buceo.
-Pasiones muy rockeras.
-No sé. Pero en la moto llevo desde los 18 años y, como mi mujer me acompaña, todos los años nos hacemos un viaje de ocho o nueve mil kilómetros: mire, ahí tiene [y señala un cuadro con un colaje de fotos de la pareja en hermosos y diferentes parajes]. Preferentemente nos desplazamos a sitios de montaña.
-Sus padres no le decían: «¡Hijo, no te compres la moto!»
-Sí, ja, ja. De hecho, estuve un tiempo diciéndole a mi padre que la moto era de un amigo.
-¿Un motero es una persona diferente?
-Yo creo que sí. Los que van en coche se cabrean unos con otros. Los moteros nos saludamos.
-Y va con las botas, la chupa de piel...
-Sí. Pero no llevo flecos. Ni suelo ir a concentraciones de motos.
-Y lo del buceo, ¿fue antes o después de la moto?
-A la vez. Iba a bucear en moto. El buceo es un vicio. Una vez que entras, no quieres salir. Es peor que el golf.
-Y de ahí ese servicio de medicina subacuática.
-Aquí, en la bahía de A Coruña, se echan al agua con botellas cada fin de semana unas cien personas. En el servicio coincidimos dos buzos que nos dimos cuenta que en la Facultad de Medicina se habla de los problemas que genera el buceo. Y organizamos un curso para agrupar todos los problemas que puede generar bucear con botellas. También hemos viajado con una oenegé para difundir estos conocimientos en lugares donde la gente se muere buceando.
-Usted le quitará el tabaco a todo el mundo.
-Yo no le quito nada a nadie, hago recomendaciones. Pero el tabaco es la causa de enfermedad evitable más frecuente.
-¿Usted ha fumado?
-Sí, pero lo dejé a los 18 años. Olvidaba el tabaco en todas partes.
-¿Cómo era de pequeño?
-Tenía mucho genio. Mi madre me llamaba don Quintín el amargado. Pero yo fui un chaval feliz. Para mí, Carballo era la felicidad absoluta.
-¿Le echaron de clase?
-Sí, me castigaron muchas veces.
-¿Por qué eligió la medicina?
-Siempre me atrajo. El privilegio de ser médico es que a veces tienes la satisfacción de poder ayudar a alguien.
-¿Tiene una vocación secreta?
-No. Pero me gustaría aprender a tocar algún instrumento. Y no lo descarto.
-Defínase en cuatro palabras.
-Familiar, pacífico, inquieto y alegre.
-¿Es verdad que no le gusta el móvil?
-Nada. No tengo redes sociales y, cuando me piden el número, doy el de mi mujer, que casi siempre sabe dónde estoy. Para mí, la felicidad absoluta es dejar el teléfono en casa [durante la entrevista atendió dos llamadas, profesionales].
-¿Celta o Dépor?
-Dépor. Aunque del Celta también un poco, que mi padre es de O Porriño. Pero no soy nada futbolero.
-¿Y cocinillas?
-A mi familia le encantan los arroces que hago.
-¿El mejor día de su vida?
-No sé. La última gran emoción fue cuando nació mi nieto.
-¿El peor?
-Más bien los peores. Son cuando le tienes que explicar a alguien que hasta aquí hemos llegado, que la enfermedad nos ha vencido. Ese es el peor día de tu vida.
-Es el reverso de la satisfacción de curar.
-Pero esa satisfacción forma parte del trabajo. El enfermo que te llevas a casa es el que va mal. -Dígame una canción.
-Contamíname, de Pedro Guerra.
-¿Qué es lo más importante en la vida?
-Lo que queda dentro cuando cierras la puerta de tu casa: la familia. Eso es el núcleo de tu vida.