Distancia

Ana Lorenzo ENCRUCIJADA

BARBANZA

08 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

En los últimos meses hemos aprendido a separarnos, a no tocarnos, a abrir puertas y llamar al ascensor con los codos, a no intercambiar ningún objeto sin haberlo rociado previamente con una gran dosis de gel hidroalcohólico, e incluso a convivir con una mascarilla que se hace insoportable cuando aprieta el calor y el sudor comienza a resbalar por la nariz y la boca.

Ahora que ha llegado el verano, hay que dar un paso más y aprender a disfrutar de la playa guardando una prudente separación de dos metros, algo que resulta sumamente difícil porque parece que cuando se está tumbado sobre la arena uno no se acuerda de que hay un virus mortal pululando por ahí. Los experimentos de parcelar los arenales que se han hecho en varios concellos, ya han tenido a sus primeros detractores, puesto que muchos se niegan a estar encerrados en una finca cuadriculada, cuando de lo que se trata es de disfrutar de una tarde de sol al aire libre.

La solución no es nada sencilla, sobre todo en aquellas playas en las que cuando hay pleamar se reduce la superficie considerablemente, y obliga a los bañistas a ir apretujándose en el poco espacio de arena que no cubre el agua. Como siempre, hay que abogar por el sentidiño, puesto que de poco vale que tomemos todas las medidas de precaución cuando salimos a la calle, pero que luego bajemos la guardia cuando vamos a tomar el sol o a darnos un chapuzón en el mar.

La responsabilidad final siempre será de uno mismo, por mucho que se quiera echar balones fuera. Por eso, no se puede mirar para otro lado cuando está en juego la vida de muchas personas.