«Llevas golpes y sustos, pero el mar es único»

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

adrián gonzález

Pese a desempeñar un oficio de hombres, nunca se sintió discriminada y llegó a ser vicepatrona en Aguiño

18 ene 2021 . Actualizado a las 11:35 h.

Dicen que el mar engancha, que aquellos que lo prueban se vuelven adictos. Encarna Gago Cores lo corrobora. No fue la primera opción cuando se planteó emprender su trayectoria laboral, pero lo acabó descubriendo y ya no pudo alejarse de él hasta que problemas de salud la obligaron. Hoy lo echa en falta, aunque lo sigue viviendo a través de su familia política. Su suegro fue uno de los impulsores de la exaltación del percebe que, antes de la llegada del covid, se celebraba cada verano en Aguiño y su marido es el patrón mayor de la cofradía de esta localidad ribeirense.

Fue él quien le enseñó el oficio cuando ella se animó a dar el salto de la tierra al mar. Había trabajado en sendos despachos de abogados y arquitectos, pero cuando recaló en las oficinas del pósito aguiñense empezó a sentir en carne propia la irresistible atracción que ejerce el gigante azul: «Hacía tiempo que me tiraba y un día me lancé». Sobre las rocas, en la embarcación o en tierra, ayudaba a su marido, dedicándose sobre todo a la selección del percebe que él capturaba. Le gustaba la cercanía del agua, pero ansiaba más: «Me atraía mucho ver a los demás apañar, pero mi marido tenía miedo, porque es una tarea peligrosa, y no me dejaba».

Tras la espera, a Encarna Gago le llegó su oportunidad. Su marido embarcó en la Trasmediterránea y ella aprovechó la ocasión. Asegura que no es fácil explicar lo que sintió en aquellas primeras jornadas de duro, pero satisfactorio trabajo y en las otras muchas que se fueron sucediendo a continuación: «Fue una sensación de libertad total. Tiene sus riesgos, pero para mí no hay ningún trabajo comparable. Llevas golpes y sustos, pero el mar es único».

A por las mejores piezas

Aunque también se dedicó a la captura de la almeja y el erizo, reconoce que el percebe es el rey: «Me encantaba buscar cuevas y con la ayuda de una vara de la que colgaba una tanza, llegar hasta los ejemplares que estaban más ocultos. No lograbas coger tantos kilos, pero eran piezas mucho mejores».

Por aquel entonces, hace más de dos décadas, la de percebeiro era una profesión eminentemente masculina. Encarna recuerda que en Aguiño eran media docena de mujeres las que se dedicaban al oficio. Pese a ello, nunca se sintió discriminada. De hecho, aspiró a ocupar un puesto en el puente de mando de la cofradía y lo logró, convirtiéndose en la primera y única vicepatrona de dicho pósito: «Estuve muy contenta en el cargo porque, aunque solo éramos dos mujeres en el cabildo y ellos eran sobre 20, siempre me sentí apoyada y las propuestas que planteaba eran tenidas en cuenta».

Un problema de salud la obligó a aferrarse a una invalidez hace siete años. Desde entonces, no hay día en el que la ribeirense no añore su pasado como percebeira: «Echo mucho de menos navegar, saltar por las piedras, meterme en las cuevas... Siempre buscando un ejemplar más grande y, cuando lo conseguías, la sensación es indescriptible». Y eso que no todo fueron alegrías. Encarna Gago recuerda una de las últimas situaciones de peligro en las que se vio envuelta antes de dejar el oficio: «Estábamos en Sálvora y vimos venir el mar, por lo que nos refugiamos detrás de una piedra de dos metros de altura. La ola pasó por encima, me levantó en el aire y me lanzó contra las rocas. Fue una de las veces que dañé seriamente la espalda».

Asegura que esta es solo una anécdota de entre los muchos peligros que encierra el gigante azul: «Un compañero acabó una vez en el agua y, debido al mal tiempo, las planeadoras no podían aproximarse, pues estaba demasiado cerca de las rocas. Estuvimos todos en tensión hasta que lo rescataron».

Las grandes demandas

Porque lo vivió en sus carnes y fue testigo de lo que padecieron otros, Encarna tiene claro que el de percebeiro es un oficio de riesgo y le parece inexplicable que no tenga esta consideración: «Un camarero de la Trasmediterránea sigue teniendo un coeficiente reductor mayor que un percebeiro. Además, hay una serie de enfermedades que deberían ser consideradas profesionales». La limitada potencia de los motores de las embarcaciones es para ella otro de los grandes problemas del sector: «En Europa consideran que un motor mayor equivale a una mayor explotación del mar, pero los percebeiros lo necesitan para poder escapar de las olas y de las piedras».

Pese a las injusticias y los riesgos, Encarna Gago no duda al afirmar que si volviera atrás en el tiempo elegiría otra vez el mar como medio de trabajo, incluso prescindiría de la etapa en la que estuvo encerrada en una oficina: «Me hubiera decantado por la captura del percebe desde el principio. Hay que pensar que un accidente también lo puedes tener en la calle y si te gusta una profesión tienes que seguir adelante». Como no le queda otra opción, ahora se conforma deleitando el paladar con el que para ella es el rey del mar: el percebe de Aguiño.

embajadora

Lleva vinculada a la fiesta del percebe de Aguiño desde sus comienzos. Y es que Encarna Gago no duda en erigirse como embajadora del producto estrella de esta localidad ribeirense: «Tiene un sabor único y adictivo; cuando empiezas a comer percebes ya no puedes parar»