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Una lesión le alejó del tapiz, pero no del taekuondo, que aspira a consolidar como su oficio profesional
02 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.La vida de Alba Caamaño (Boiro, 1996) no se puede entender sin el taekuondo. Forjada en la inagotable cantera del Costado Suh Sports, una lesión de rodilla la apartó del deporte profesional, sin embargo, pese a que todavía lastra su día a día, no ha conseguido separarla de su pasión. La boirense sumó esta semana su segunda experiencia como fisioterapeuta de la selección española, al viajar con la sub-21 a Albania. Antes, debutó con el combinado en una estadía en Murcia, con la flor y nata del taekuondo nacional, entre ellos, su inseparable compañera en el Costado, Alma Pérez.
Alba estudió fisioterapia en la facultad de la Universidade de Vigo, en el campus en Pontevedra. Y lo hizo, en parte, gracias a su empeño por crecer en el taekuondo. «Sin mi deporte no habría podido ser fisioterapeuta. Mi nota en selectividad fue un 9,7 y se necesitaba un 10,2. Un día antes, me llegó el certificado de deportista de primer nivel», recuerda Caamaño. Ese documento que le abría las puertas de su carrera predilecta.
Una lesión fatídica
Campeona de España y asentada como una de las promesas del taekuondo más firmes de Galicia, una lesión de rodilla lo echó todo al traste cuando tenía 19 años. «Estaba en mi mejor momento, no entendía cómo podía haber pasado», recuerda. Pero pasó.
Pero Alba Caamaño no perdió el tiempo. Finalizó sus estudios universitarios, arrampló con un sinfín de cursos, hizo un máster y se especializó como entrenadora de taekuondo. También obtuvo acreditaciones como árbitra. Por el camino, confiesa algunas «cafradas» para intentar volver a competir. «No me arrepiento. Tuve mi momento para despedirme del tapiz», rememora Caamaño, sobre lo que fue, sin duda, un adiós relativo.
Durante su formación, participó en voluntariados relacionados con el atletismo y el triatlón. Realizó prácticas en el Compostela, su primera experiencia con el balompié, antes de recalar durante las dos últimas campañas en el Club Deportivo Boiro. Esta temporada compagina su trabajo en una clínica con una colaboración en el Boiro Voleibol.
Nadie como ella para comprender la impotencia de no poder disfrutar del deporte por una lesión. Ese duro aprendizaje, a base de golpes, combinado con sus conocimientos, la convierten en una profesional completa. Y muy exigente. El jugador del Boiro Felipe Blanco da prueba de ello. El futbolista tenía prohibido entrenar con el equipo. Podía trotar, pero no tocar balón. Era seriamente perjudicial para la recuperación de una lesión complicada. Blanco aprovechó la ausencia de Alba Caamaño, que pasó por otra operación de rodilla, para entrenar con el grupo. «Tiña moitas ganas de xogar, tiñamos un partido moi importante», recuerda el boirense. A los 10 minutos del inicio, Caamaño se presentó allí mismo. «Le hice un gesto con la muleta. Le dije ‘tú fuera’», recuerda la fisioterapeuta. «Mi madre, que bronca me caeu», asegura Blanco. El jugador descansó esa temporada y al curso siguiente estaba totalmente recuperado.
Trabajar con dolor
Alba Caamaño está empeñada en sobreponerse a las dolencias en su rodilla. «Mi traumatólogo me dijo que no podía trabajar de fisio, pero aunque me duela o se inflame, es lo que quiero hacer», asegura. El dolor limita su oficio. Actualmente trabaja seis horas diarias, ya que su rodilla no soporta una carga mayor y se encuentra en trámites para solicitar el reconocimiento de un grado de discapacidad.
«Me operaron mal la primera vez y ya fue una tras otra», apunta la fisioterapeuta de la selección, que suma ya cinco intervenciones quirúrgicas. «Son parches, no se quedará en cinco», lamenta.
En su punto de mira está la búsqueda de la estabilidad laboral. A poder ser, ligada al taekuondo y la fisioterapia. «Es la vocación perfecta», subraya. En Albania, aguantó el dolor de rodilla, fruto de unas jornadas intensas que comenzaban a las 7.30 de la mañana, en los tratamientos previos al inicio de las pruebas. El torneo en Tirana es el último avance en una trayectoria imparable hacia dos pasiones más fuertes que cualquier patada.