Vigila tu voz interior, amigo, las palabras que te dices a ti mismo no solo resuenan en las criptas de tu cerebro, sino que cementan la realidad que habitas. Debes dominar tu retórica mental porque el mundo externo es, a menudo, una proyección de tus pensamientos más profundos. Vives en un país que te grita que los héroes son otros. Cultiva tu propio diálogo, tu propio canto homérico, tu grito de guerra, que la mayoría se sigan charlando a sí mismos sobre series de Netflix con autotune puesto. Tú no puedes. Tú aúllas.
No te conformes con ser un eco de normas colectivas, no erosiones tu identidad por seguir el compás burocrático de la beautiful people. Sé un individuo auténtico. No temas al dragón, mejor desconfía del que te dice que no puedes matar al dragón. Del que te dice que no servirá de nada, que da igual, que no escribas, que no cantes, que no pienses que aún puedes volver al ring.
O mandas en tu cabeza o acabará mandando el convencionalismo gris de esta España que mendruga. No dejes que mande TikTok, no seas un nuevo pobre tan espiritualmente ridículo como un nuevo rico. No dejes que manden las estériles ansias de impresionar a gente que jamás se impresionará porque tiene el corazón sombrío, gente que no entiende el encanto del musgo en la roca, del polvo que lleva el pasado a la botella de vino y del aroma azul de las palabras. No podrán evitar que cultives tu canto.
Son las 2 de la mañana, un documento en blanco en la pantalla del portátil ilumina esta habitación como un cine fantasmagórico. Mi voz me dice: aún puedes hacerlo mejor.