Celia Piñeiro, una boirense en la cumbre de la experimentación con embriones de animales

BARBANZA

La joven, de 26 años, ha recibido un reconocimiento a nivel nacional por sus indagaciones científicas
10 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.En la vida es importante saber lo que se quiere. Si en la infancia lo que se debe hacer es pasar los días jugando y aprendiendo cosas, la adolescencia tiene que ser el paso intermedio entre ese mundo de los niños y la dura realidad del mundo laboral. Frente al limitado atractivo que ofrece una rutina de ocho horas (o más), sentado en una silla mirando a una pantalla o corriendo de un lado para otro cargando pesos y aguantando gritos, existe la opción de luchar por el trabajado soñado.
Si uno escoge bien lo que quiere estudiar y hacia donde quiere dirigirse, entonces acabará volviendo a jugar y aprender todos los días. Ese es el caso de Celia Piñeiro, una boirense a la que su inmejorable desempeño académico la ha llevado a cumplir, con creces, sus expectativas. Su historia empezó como la de muchos otros, siendo una niña muy curiosa y con inquietudes que destacaban si se comparaban con la de sus compañeros de clase.
Si bien las matemáticas y las ciencias como y la química y la biología suelen ser las asignaturas odiadas por los jóvenes, la barbanzana sentía verdadera pasión por descubrir qué se escondía en el mundo de las células: «Dende que empezamos a facer prácticas no laboratorio tiven claro que quería dedicarme a isto».
Inspiración
La inspiración, al contrario que en el caso de Newton, no suele caer de los árboles. En el de esta joven, el amor por las materias que todo el mundo aborrecía creció gracias a algunos de sus profesores, que se esforzaron en hacerlas atractivas para una mente aún inmadura pero que ya estaba sentando las bases de su futuro. «Os mestres poden marcar unha grande diferenza e, para min, está claro que foi así», comenta.
Otro factor para el éxito académico de la boirense, entre otros, fue la manera de estudiar que acabó desarrollando con el paso de los años. Lejos de dejarlo todo para el último momento, siempre se esforzó en llevar las cosas al día y ser los más organizada posible, aunque sin obsesionarse: «É importante ser ordenado, pero tamén ter ocos para facer actividades que che gustan».

Durante bachillerato, sus métodos dieron buenos resultados tanto en las notas del primer y el segundo curso como en la ABAU, donde se lució sacando más de un 11 sobre 14. Este impresionante resultado le dio la oportunidad de ir a Oviedo a estudiar la carrera de Biotecnología.
En este grado, la barbanzana aprendió en profundidad cómo funcionan los organismos y estructuras de los diferentes seres vivos, así como sus posibles aplicaciones para el desarrollo de determinadas herramientas o productos que puedan servir a los seres humanos.
En su caso, lo que más le llamó la atención fue la posibilidad de trabajar con células embrionarias de animales, por lo que acabó haciendo un máster con el que se especializó en la reproducción de los mamíferos.
Modificación genética
Actualmente, la barbanzana investiga en el departamento de Fisiología de la facultad de Veterinaria de la Universidad de Murcia buscando optimizar las técnicas de modificación del material genético de embriones animales. El objetivo de los estudios que realiza es que estos acaben desarrollando enfermedades parecidas a las que padecen algunas personas para poder probar con ellos determinados tratamientos o medicamentos que aún no pueden ser suministrados a seres humanos.
Su maestría en la materia la ha llevado a ganar el premio Jóvenes Investigadores otorgado por la Asociación Interprofesional de Desarrollo Agrario. Este reconocimiento se trata de un hito en la trayectoria de la muchacha, pues a él optan científicos de toda España: «É todo un orgullo que se recoñeza o esforzo porque este é un traballo moi sacrificado, ás veces as cousas non saen ben á primeira e os procesos alónganse».
Apunta que las diferentes dolencias que se van investigando mediante la modificación genética de embriones dependen regulaciones a nivel nacional y europeo que deben pasar por varios comités de ética, desmontando el mito de que cualquiera puede experimentar con animales alegremente. Nadie puede saber lo que le depara el futuro, pero su nombre cada vez está más cerca del de conocidas científicas como la astronauta Sara García.