Traiciones poéticas I

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

18 ene 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Como Alejandro Dumas, pero en malo, he querido dividir esta historia en dos partes. La conclusión se publicará el próximo jueves. Disculpen la osadía de torturar con literatura de folletín a estas alturas... Hace unos años comencé a escribir la biografía de Rusty McDonovan:

Toda mi vida había admirado a ese hombre. Sabía a conciencia que los ideales representados en una persona eran un engaño de aquel que se deja ilusionar, pero aún así, no me había resistido al encanto de los héroes. Y ahora yo, visitándolo, absorbiendo cada palabra suya, intentando llegar al tuétano, siendo el encargado de escribir su biografía.

Se moría. Lo sabíamos ambos. Ambos evitábamos, rodeábamos el tema, los dos por miedo de herir al otro. La biografía también llegaba a su fin. Solo quedaban las notas de juventud, el período más oscuro del poeta, el que más evitaba. Yo suponía que el dolor le impedía hablar de ello. Su padre había sido un topo escondido en casa tras la guerra. Trece años después de que el conflicto hubiera acabado registraron su casa y lo fusilaron. Y su relación con su madre se volvió rancia, todos sabían que no se hablaban. Años después, ella murió.

Aquel día, el último día en que lo vi, el poeta dijo mucho: «Hoy te hablaré de mi juventud. El fin se acerca y ya nada importa. Hasta los cinco años mi madre ocultó a mi padre de mí. Tenían miedo de que en mi inocencia infantil lo descubriera. Se podría suponer que yo adoré a mi padre cuando descubrí que en realidad vivía, y que no había perecido en la guerra como me enseñaron a decir. Pero no fue así».