Abismos cotidianos

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

Letras.
Letras.

18 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La tarde estaba gris, ¿acaso no estaban todas desde hace demasiado? El hombre ya no tenía ni por qué ni para quién fingir excepto para sí mismo. Estaba cansado. Recién estrenados los cuarenta había perdido todo lo que en algún momento pudo importarle. En una pensión mugrienta parasitaba un espacio al que no quería pertenecer. A los cuarenta se le hacía tarde para enmendar, para rehacer y hasta para soñar. Se encontraba en un callejón sin salida. Llevaba meses intentando plasmar en el folio la novela que había imaginado en su mente mil veces, pero cada vez que empezaba a escribir las sílabas se le oponían.

Una noche en la que se había pasado con el whisky se cortó la mano tras arrojar la botella contra el espejo. Varias gotas de sangre se derramaron sobre el folio. Como un mecanismo primario, anterior a sí mismo, comenzó a escribir con su sangre en el papel. Del delirante carmesí las palabras brotaban como libélulas tristes. Por fin conseguía plasmar la historia que había soñado. Cada día se seccionaba un trozo de sí para volcarlo en su novela. Iba debilitándose poco a poco, pero solo importaba la historia, el arte.

Tras cuatro semanas en aquel cuchitril, la narración estaba casi completa, pero apenas le quedaban ya fuerzas ni leucocitos. Como todo gran escritor, hubo de plantearse el ultimísimo dilema: escoger entre su vida o su obra. Días más tarde, la dueña de la pensión entró al cuartucho y se enfrascó en la lectura del libro que había en la mesa de la cocina, La suciedad que nos une. Solo al acabarlo se dio cuenta de que había un cadáver en el baño.