Las elecciones al Parlamento Europeo van a decidir gran parte del futuro de la UE. La «internacional del odio» anunció su firme voluntad de poner fin a lo que llaman sistemas políticos basados en los derechos sociales. La Unión Europea es una joya de paz, tolerancia y prosperidad en el planeta. Fue creada por demócratas cristianos, socialdemócratas, liberales y verdes. La internacional ultraderechista, al grito de «levantemos nuevas fronteras y defendamos una Unión Europea blanca, católica, antifeminista, antiemigración y negacionista», amenaza con poner fin a tan hermoso proyecto.
El ganadero de Lousame al votar Vox debe saber que está apoyando a aquellos que en Francia son los que tiran nuestra leche y frutas. El pescador de Ribeira, de Muros o de Porto do Son debe saber al votar a Vox que su proyecto social se basa en eliminar las pensiones subvencionadas en el mar.
La «internacional del odio» se opone a permitir la libre circulación de mercancías, de personas y de ideas, utiliza la inmigración para dividir a la sociedad y avivar el miedo con fines populistas.
Las cuestiones migratorias y de refugiados son complejas, pero precisamente por eso se necesita la cabeza despejada y discutir como gestionarlas, incluido garantizar que se respete el imperativo de salvar vidas. Olvidan que los derechos humanos son los que nos unen como civilización.
Los ciudadanos a veces eligen actuar como menores tutelados y renunciar a su libertad de pensamiento, solo a ellos puede imputársele tal elección. La democracia encuentra su fuerza en su fragilidad, es un bien escaso y siempre en peligro.