La circulación de las corrientes oceánicas es esencial para el Atlántico. Arrastran agua cálida superficial desde el hemisferio sur y agua fría profunda desde el norte. El sistema natural disemina energía por todo el planeta y modula el calentamiento global, evitando que el sur se sobrecaliente y que en el norte de Europa se vuelvan sus aguas insoportablemente frías. Mediante el fenómeno de la afloración distribuye nutrientes frente a Galicia que sustentan los ecosistemas marinos y han convertido estas aguas en uno de los caladeros pesqueros mas fecundos del Planeta.
Los científicos llevan tiempo dando serios avisos de que el sistema está colapsando, afectado por el aumento de la temperatura de los océanos y el descenso de la salinidad causada por el cambio climático. Cada día que pasa, organismos internacionales —los gallegos siguen en su imperturbable silencio— se pronuncian. El quizás puede ocurrir está siendo sustituido por una evidencia científica contrastada de solo aventurar cuando ocurrirá.
La pesca y el marisqueo de Galicia muestran señales de que algo grave está aconteciendo, sin que nadie se dé por avisado. No es cuestión de ayudas económicas ni de rollitos raros, sino de enfrentarse a la realidad y tomar medidas de calado. En estas tierras tan poco proclives al enfrentamiento se optará por el clásico «deixa andar a quen anda» o «non será para tanto que non se amañe cun bo temporal».
Un dirigente de una cofradía me comentó entre bromas: «A base de tanto meter medo aínda has de conseguir que alguén remate por facerche caso, e armámola ben armada».