
Corría el año 1984 cuando me surgió la idea de acometer el arriesgado proyecto de hacer una granja marina
06 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.En las últimas semanas se está hablando mucho y bien de los cultivos marinos en general y de los de rodaballo en particular. Y, sin necesidad de escarbar en mis neuronas, afloran a mi mente los recuerdos de la primera granja marina de rodaballo del Barbanza, segunda de Galicia y tercera de todo España: Marfish; la granja marina de rodaballo situada en Palmeira.
Pues sí; si ustedes me lo permiten, quisiera poner en valor el hecho de que, quien esto suscribe, junto con el boirense Luis Silva y el inolvidable santiagués Manuel Quintás, plantamos el germen de lo que hoy es Stolt Seafarm; la número uno del mundo en cuanto a cultivo de rodaballo.
Corría el año 1984 cuando me surgió la idea de acometer el arriesgado proyecto de hacer una granja marina. Y tanto esfuerzo pusimos en ello que, a finales de octubre de 1985 ¡hace ya 39 años!, las instalaciones de Marfish eran una realidad. Pronto empezaríamos a llenar las piscinas de alevines de rodaballo traídos en cisternas desde Noruega, Dinamarca y la isla de Man.
A nuestra laboriosa e inteligente bióloga, la también boirense Raquel Silva, la habíamos enviado una temporada a Tinamenor, para familiarizarse con los precarios avances que había en cuanto a dicho cultivo. Entonces, muchos rodaballos eran albinos y otros venían con defectos en sus aletas. La vibriosis les atacaba y los antibióticos a granel, hacían milagros terapéuticos contra esa bacteria, al tiempo que podían afectar a la salud de los humanos…
Todo era una arriesgada aventura. Ni la vacunación ni el oxígeno líquido estaban a nuestro alcance y la carencia de O2 para corregir las elevadas temperaturas, lo teníamos que suplir añadiendo hielo en escamas en las piscinas. La alimentación con pellets era totalmente incipiente y había que compensar la dieta con restos de pescado en las mejores condiciones posible. Nos fijábamos retos cada día, al tiempo que contribuíamos a escribir la historia del cultivo de rodaballo.
En aquellos años, en la planta de Palmeira trabajaban seis empleados… hoy tan solo lo hace uno. Y, por si fuera poco, la comercialización era difícil. El prestigio del rodaballo de granja no estaba acreditado. La abundante grasa que acumulaban los peces en las aletas laterales, junto con un elevado porcentaje de decoloración albina, dificultaban la comercialización. Y si a todo esto le sumamos la poca aceptación de los productos de granja en general, el mercado marcaba el precio del producto un 50% más bajo que la cotización del rodaballo salvaje.
Con esas condiciones, era difícil sobrevivir, por lo que ¿un buen día? me decidí a viajar a Noruega para entrevistarme con una importante empresa dedicada a la metalurgia y que, según la embajada noruega en Madrid, estaba interesada en invertir en cultivos marinos en España. De ahí nació Stolt Seafarm. Y los socios españoles de la entonces llamada Marfish, al no poder suscribir la ampliación de capital que ambicionaban los poderosos noruegos, nos quedamos fuera de la empresa. Pero que nadie nos quite el mérito de haber sido el germen de que Galicia cuente con la mayor empresa mundial de cultivo de rodaballo.
Aún recuerdo los primeros cien alevines obtenidos en nuestra planta de Palmeira, con recursos tan primarios como el de poner una paellera al fuego para esterilizar el sustrato de arena, que sirviese de base de aclimatación de las larvas en su fase de hatchery.
Ya ven; así es como se forjó la que hoy es la sexta empresa de mayor facturación de Barbanza.