La mejor crema contra el envejecimiento es perder el miedo al ridículo
21 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Nadie boxea como el padre tiempo. Ni Tyson. ¿Cuándo deja uno de ser joven, Mike? En el combate de la semana pasada decían los comentaristas: «Está muy bien para la edad que tiene». Terrible piropo. Para eso ha quedado un peleador histórico, para ser el abuelo roquero que aparece achispado en un capítulo de Cómo conocí a vuestra madre. A veces los años pasan por uno, pero uno no pasa por los años.
Comprendo a Mike Tyson, sentirse vivo es casi tan importante como estar vivo. Yo no diré que soy joven, pero sí que tengo juventud. Entendiendo juventud como un brillo inmarchitable en los ojos, ganas y gratitud. La juventud no es un cuando, es un como. A lo mejor no me subo al ring a pelear contra el desagradable Jake Paul, pero sí arranco congas en las bodas, me vengo arriba en karaokes, digo «efectiviwonder» y me pongo una diadema con formas fálicas en una despedida de soltero. No juzgo a la gente. Estoy deseando llevar a mi hija a aquagym y con el gorro de la piscina parecer Míster Proper, que ahora se llama Don Limpio. La mejor crema contra el envejecimiento es perder el miedo al ridículo.
«Ojalá volviese a los 20 con lo que sé ahora». Suelo escuchar, mientras con optimismo me pruebo una talla menos de ropa. Pues yo no, le debo algo a quien he sido. Soy los errores que cometí, soy esa prisa atroz, soy los dolores minúsculos que me atravesaron, soy los corazones rotos y los sueños de ceniza. Soy lo que perdí. Y la euforia y la inconsistencia y el vértigo y los amigos que fueron quedando en la otra orilla. Tengo y soy una deuda con quien fui.