La vida se despliega como un ajedrez invisible con piezas decapitadas
12 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.La oscuridad no deja de volver. Habito una penumbra donde el silencio respira. Observo un espejo que no veo. ¿Quién lo habita? No soy yo, sino un reflejo. Un otro de cerca y de lejos que escribe mi historia, que me busca nunca en el espacio. Siempre en el laberinto sin centro que es el tiempo. Doy un paso y es el eco de los pasos que no pude dar. Cada sombra proyecta un rostro que no es el mío. La luz dibuja la casa sin paredes de este juego eterno. Y yo, ciego, no sé si soy el viajero o si soy el camino.
La vida se despliega como un ajedrez invisible con piezas decapitadas. No hay victorias. No hay derrotas; solo el avance giratorio del rey tirano que es el tiempo, que se disuelve en su propia sombra, que repta despacio y cuando quiere ?y siempre quiere- te hace un jaque mate.
Lloraré por los libros que no leí. Lloraré por las palabras que no dije. Lloraré por los nombres olvidados y olvidaré hasta el mío. En este laberinto de rayas de tigre ya no quedan minotauros. Somos una página escribiéndose y borrándose al mismo tiempo. La espiral bizca e inconclusa del último huracán, no hay principio ni fin en esta danza voraz.
Y siempre él, el rey tiempo, dios sin rostro, que se carcajea sin risa en su ausencia de principio y en su falta de final. Solo un círculo infinito envolviéndonos, creando y consumiendo hombres. Y yo, perdido en su espejo preguntándome si alguna vez habrá algo más que su reflejo. Dejo de ser una historia, me vuelvo silencio. No soy un hombre, soy un susurro. No es un espejo, es un umbral.
Esto no es un artículo, es un espejismo.