Cada vez que la mancomunidad Barbanza Arousa presenta un plan turístico —en este caso lo de peinar canas ayuda— me recuerda la ópera rock de Pink Floyd The wall (1982), en especial su icónico tema Another brick in the wall. Tanto por lo del ladrillo como por el sentido figurado del título.
Hay un problema de partida en esa iniciativa del ente supramunicipal. De hecho, en casi todas las que propone. Ese pecado original no es otro que quienes lo componen, compusieron o compondrán no creen en la utilidad y posibilidades de su criatura. Con lo cual su nivel de compromiso está más capado que el gorrino que antaño criábamos en casa.
La consecuencia es palmaria: los programas son un quiero y no puedo de la parte profesional, una foto para los políticos y más humo que lumbre para los administrados. No tan en el fondo semeja más un vestir el santo para la procesión de las subvenciones que un proyecto de futuro serio, con altura de miras.
Podemos dorar la píldora cuanto se quiera, pero en la comarca, por los motivos que sean, la iniciativa privada ha sido mucho menos intensa que la desarrollada en otras zonas de Galicia. La Mancomunidad no está para suplirla, está para detectar y analizar los motivos y, en base a las conclusiones, en su ámbito de responsabilidad, aportar instrumentos, medios o soportes para mejorar esa situación.
Sin duda menos es nada, pero lo que hay es muy poco. Barbanza Arousa es el instrumento adecuado, Xunta de Galicia y Diputación disponen de recursos y la comarca tiene potencial. Falta compromiso político y sobra ego o localismo. Sin olvidar que el foco debe estar puesto en el sector privado.