Llamativas obras de arte a ras de suelo

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Las alfombras florales cubrieron calles y plazas en varias localidades

23 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Los artistas del alfombrismo volvieron a brillar este domingo en varias localidades de Barbanza. Con motivo de la celebración del Corpus, un batallón de vecinos tomaron las calles para confeccionar espectaculares tapices de flores, una decoración que llamó la atención de numerosos visitantes. La ausencia de lluvia y también de viento facilitó los trabajos que, en muchos casos, se realizaron la noche anterior, poniendo el colofón a un proceso que comenzó hace ya varias semanas.

Dos meses llevaban en Rianxo varios grupos de vecinos recogiendo y cortando ramas de verdes tuyas, a las que en los últimos días fueron sumando pétalos de colores variados. En la tarde del sábado, divididos por calles, comenzaron la confección de las alfombras, primero dibujando los diseños y luego, cubriéndolos con los trozos de las plantas.

Los trabajos se prolongaron en algunos puntos hasta las dos de la madrugada, hora a la que ya estaban engalanadas las plazas Castelao, Rafael Dieste y A Praciña, así como la Rúa de Abaixo. A la lista se sumó, el domingo, la Rúa do Medio. Una de las artífices de los tapices no dudaba al afirmar que este «foi un ano único», en referencia a las condiciones meteorológicas favorables.

El proceso fue similar en A Pobra, donde la gran alfombra que cubrió la calle Rafael Calleja se confeccionó con los primeros rayos de sol del domingo; y en Noia, donde un nutrido grupo de vecinos engalanaron la plaza de O Tapal, Constitución, O Curro y Porta da Vila. Pasado el mediodía, todavía estaban trabajando a pleno rendimiento los voluntarios de Muros que convirtieron en obras de arte A Xesta, la calle Ancha, el Camiño Novo y la plaza del Cristo.

La nota singular la volvieron a poner los vecinos de la parroquia de San Lourenzo de Matasueiro, en Outes, que confeccionaron el tapiz que cubrió el atrio de la iglesia con serrín que habían teñido de diversos colores con antelación. Dieron así continuidad a la tradición que una profesora compostelana instauró en el lugar allá por 1958.