L os difuntos ahora son calaveras de plástico para decorar las casas y establecimientos de Halloween, se busca lo tétrico y lo morboso de las heridas sangrantes, lo feo, los bichos más repugnantes como arañas, murciélagos, telarañas sobre los objetos... Todo lo que nos da miedo y horroriza en la realidad, convertido ahora en risa, en disfraz y en algo festivo, también grupos de niños disfrazados asaltan a los conocidos diciendo «truco o trato» para que les den un puñado de caramelos. En el arte abundan las obras como el cuadro barroco de San Jerónimo Penitente acompañado de una calavera y una piedra para golpearse el pecho como penitencia.
La señora María recordaba que en el confesonario estaba pintada una «vanitas», una calavera con una inscripción que decía en latín «memento mori» (recuerda que morirás), para invitarla a arrepentirse ante la realidad de la muerte y así alcanzar la vida eterna en el cielo.
También recordaba haber visto en su casa una foto de su abuela junto al cadáver de una tía suya metida en el ataúd. Estas cosas le asustaban un poco, así como cuando de niña acompañaba a su familia al cementerio el día de difuntos para limpiar y cuidar las lápidas. Eso no eran recuerdos de Halloween, sino una realidad vivida.
A la señora María no le hacía gracia la parafernalia de Halloween, al llegar a casa encontró a su nieta disfrazada de cadáver viviente con mucha sangre y heridas pintadas en su piel. Se limitó a sonreírle y a convidarla a comer buñuelos de calabaza. Esa tarde, cogió los ramos de flores que había preparado y se fue al cementerio, allí se encontró con algunas amigas y le preguntó a una si también iba a ponerle flores a su hijo, que hacía unos meses que había fallecido. Ella le dijo que no, que las flores eran para su padre, su hijo había querido ser incinerado y sus cenizas las tenía ella en su casa. A la vuelta, la señora María comió buñuelos y huesitos de santo que había comprado en la pastelería y recordó cuando de niña, ella y su padre vaciaban una calabaza para hacerle ojos y boca y ponerle una vela. Ese era todo el divertido susto al que se enfrentaban los niños.