
Muy conocido en el municipio, falleció hace unos días después de cumplir 100 años
22 feb 2025 . Actualizado a las 18:37 h.Con 100 años recién cumplidos, Severo Loroño Viazcoechea (Noia, 1925), a quien los amigos noieses conocimos como Severito, se fue con esa misma sonrisa que muestra en esta fotografía y con su mirada gozosa de vida. De joven se había marchado a Cuba acompañando a sus padres, don Severo Loroño e Josefina Viazcoechea, y de allí retornaría a Noia para luego pasar varios años en Brasil.
Fue de regreso al municipio noiés cuando se casaría con Águeda Valentina Pérez —Titina Barcia—, y nuevamente haría las maletas para volar a Inglaterra a aprender inglés y dar clases de español. Tras esta última etapa fuera de su villa natal regresaría tiempo más tarde para montar su comercio de zapatos, dar clases de inglés en el instituto de Noia y asentarse de forma definitiva. De todos estos viajes conociendo mundo siempre trajo su mochila llena: de Cuba, la bella, su permanente sonrisa y buen humor; de Brasil, sus múltiples vivencias, y las marchiñas brasileiras que cantaron con todo entusiasmo Manolo Baltar, Carmiña Romaní, La Fancheira, Gonzalo Ageitos…
Además, al poco tiempo de volver de este país, le enviaron a través de un mercante un buen número de tatamis de paja para practicar yudo. No dudó Severito en enrolar de forma altruista a numerosos jóvenes de Noia al aprendizaje de la defensa personal, mientras que a otros muchos nos animó a montar en la pista de baile del Liceo de Noia una de tenis que ejercía como tal hasta el día que dejaba paso a los boleros y pasodobles. Tras las noches de baile quedaba inservible, pero con rastrillo y afición se ponía de nuevo en marcha para coger la raqueta y la pelota.
Cuando el Liceo trasladó su sede, Severito montó en su casa de A Telleira, en Boa, una espléndida pista de tenis y ya allí creó una escuela. De los pupilos que instruía surgió una peña formada por Pepe Capeáns, Juan Camiña, Alejandro Seoane, Toni de los Pasales, José Manel Pérez, Juancho, o Ramón Juanatey. De allí se expandió la semilla y nació el Club de Tenis de Noia.
La vida siguió y Severito, operado de cadera, se centró en su huerta y su piano eléctrico. Siempre risueño, siempre feliz, siempre al lado de Titina y de sus hijas, que hasta los últimos días lo sentaban al instrumento, tocaba, sonreía y estaba feliz y… sigue feliz.