Dolor y duelo

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

RIANXO

Óscar J.Barroso

04 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Es una redundancia. Duelo procede de la voz latina dolus que quiere decir dolor, y está claro que dolor y duelo significan lo mismo. España está viviendo un gigantesco duelo colectivo nacido del dolor que provoca la perdida de un ser querido que ha muerto en la gélida soledad de un hospital sin poder ser despedido por los suyos. Resulta terrible que los miles de muertos que ha sembrado el virus asesino fallezcan solos sin que ningún familiar pueda cogerles la mano y darle acaso con un beso, el ultimo adiós. Siempre queda una última conversación pendiente que en estos casos es para siempre. Siempre quedó pospuesto el último beso en la frente al padre o a la madre, yerta, helada por el frío helador de la muerte. El virus nos hurtó la despedida, y los muertos son enterrados de forma casi clandestina, como en las más duras páginas de la peste contada en libros que ya creíamos que solo se podían escribir desde la ficción.

La pandemia obligó a prohibir, a regular, el acompañamiento debido al féretro que transporta el cadáver de quien hemos querido. Solo tres personas podrán acompañarlo hasta el lugar donde será inhumado o incinerado. Los entierros están prohibidos como prohibidas están las etapas clásicas que, según la tradición asumida, constituían el canon del duelo: la negación primera, la ira, la singular depresión posterior y por ultimo la aceptación. La muerte sembró nuestro país de impotencia. España es ya un inmenso camposanto, mientras radios, periódicos y televisiones desgranan el parte diario de muertos en una batalla global contra un enemigo invisible. Y para esta pandemia, para esta letanía de muertes diarias, no existe antídoto, no basta el rezo y la oración, no es suficiente estar resignado ni buscar refugios.

Los fallecidos en este mes de marzo que nos han robado, equivalen a la población total de Baiona o de Rianxo, y nada puede evitar nuestro dolor y nuestro duelo. Recurro a textos de Marcos Giralt, de Héctor Abad, de Didión, de Fernando Marías o de R. Barthes pero no son suficientes para interpretar la dimensión real del duelo.

Solo nos queda la palabra en este adiós plural que le enviamos a los que se han ido desde el dolor absoluto que escribimos a modo de epitafio.